No hay hoteles lujosos, pero la atención es de primera. Las luces de neón se cambian por millones de estrellas. Las habitaciones con aire acondicionado no existen, pero el clima seco y ese frío típico de la serranía es fenomenal. La calefacción brilla por su ausencia, pero, en su lugar, una cama comodísima con frazadas y la amigable compañía hacen olvidar a cualquiera que se está a 6 °C.

Misminay es un pueblito de gente sencilla y trabajadora. Está ubicado a 3750 m.s.n.m. y es parte de la comunidad campesina Mullak'as Misminay, en la provincia de Urubamba (Cusco). En esta localidad los pobladores viven básicamente de dos actividades: la agricultura y el turismo.

Sus pobladores se dedican a la artesanía, trabajan como porteadores (cargan equipaje en el camino inca) y ofrecen el servicio de turismo vivencial, una actividad que se viene desarrollando con éxito gracias a un proyecto de Negocio Inclusivo, que desarrolla la agencia de viajes Condor Travel en coordinación con el programa regional de Negocios Inclusivos: Ganamos Todos, de la alianza SNV-BID FOMIN.

Experiencia única. Partimos del Cusco a las 8 a.m. Dos horas después Flora, Clara, Pilar, Benigno, Vicente y Benancio -nuestros anfitriones en Misminay- nos dan la bienvenida a ritmo de quena y tinya. Un mate de muña para que la altura no nos choque, un recuerdo de los pobladores (una pulsera tejida por ellos mismos) y luego de reposar un rato empezamos a experimentar la vida del campo.

La primera meta: subir al mirador de Moray. Mientras lo hacemos, nuestros guías nos explican para qué sirven cada una de las plantas que crecen en la montaña. Desde la cima la vista del complejo arqueológico de Moray es total y el aire fresco ayuda a retomar fuerzas para empezar a bajar.

De regreso a la comunidad, es hora de almorzar. Nuestros anfitriones se han esmerado. Ellos aprendieron todo en las capacitaciones que la agencia Condor Travel organiza. Por eso, no tienen nada que envidiarle a los grandes hoteles.

La sopa que Flora ha preparado se llama chaquelawa, y está hecha con cebada tostada y molida. Esta receta fue presentada en Mistura. Ella viajó a Lima con todos sus ingredientes y deleitó a los más grandes chefs de la capital con su sabor casero.

Más de cerca. Por esta época, en Misminay se siembra papa. Como la experiencia del turismo vivencial consiste en compartir con los pobladores sus actividades cotidianas, enrumbamos a la chacra lampa al hombro. Hoy toca hacer el "aporque", que consiste en remover la tierra para que las plantaciones de papa mejoren su producción.

Antes de empezar a trabajar hay que hacer una T'inka, que consiste en tincar (esparcir) unas gotas de chicha y vino, luego soplar un k'intu (3 hojas de coca) con dirección a los Apus (deidades de los cerros), a la pachamama (deidad de los suelos productivos) e invocar su apoyo y permiso para empezar a trabajar.

Cae la noche y, después de cenar, nos reunimos en torno a una fogata. Cantamos, bailamos y nos contamos historias. No hay luz fuera de las casas y así se puede apreciar mejor el cielo lleno de estrellas.

Aventura en la altura. El día empieza temprano en la comunidad. Son las 8 a.m. y nuestros anfitriones tienen el desayuno listo. Es nuestro último día. Toca montar a caballo y pasear en bicicleta. Para ello nos trasladamos hasta Santa Ana, a 45 minutos de Misminay.

Nuestro viaje terminó y ahora toca regresar al bullicio de la ciudad. Pero retornamos cargados de energía. Sin duda, la experiencia del turismo vivencial permite conocer de manera más íntima la belleza que tiene el Perú y la calidez de su gente. Aunque nuestros nuevos amigos lo dudan, nuestra promesa de regresar pronto es más que un deseo. Es casi una necesidad.

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