La fría espera de una cita médica en el Instituto Nacional de Oftalmología
La fría espera de una cita médica en el Instituto Nacional de Oftalmología

Al costado de la entrada del Instituto Nacional de Oftalmología (INO), una pareja de ancianos tiene que esperar más siete horas para conseguir una cita médica. Alejandro Medina Hernández (70) y Doranisa Portuguez Cama (65) son de Ica y tienen una semana en Lima con el fin de atender su enfermedad de cataratas. A pesar del intenso frío y las constantes lloviznas, los esposos prefieren esperar desde antes de la medianoche y ser los primeros en ingresar al centro de salud. El dinero no les alcanza para el hospedaje y la comida diaria, ni mucho menos para costearse una clínica.

“Lo que más me incomoda es que nos tengan acá en la calle, pasando bastante frío. Adentro hay bastante espacio. No es posible. No solo soy yo, acá hay bastantes personas de mayor edad”, comenta Alejandro Medina. A cada momento, su esposa confirma lo que dice: “¿Como es posible que nos tengan así a nosotros que somos ancianos de la tercera edad?”, se pregunta, con indignación, Doranisa Portuguez.

Al igual que ellos, más de 100 personas sufren la fría espera en el exterior del INO. Personas de todas las edades, desde niños hasta adultos mayores, y del interior del país, forman una cola que solo tiene un fin: obtener una cita médica. Para protegerse del invierno llevan colchas, sombreros, chalinas. Las horas de espera son agotadoras, lo que es aprovechado por un sujeto que alquila bancas plásticas por un sol.

“Cuando hay lluvia, acá se llena de tremendos charcos”, comenta Julián Llantoy Fernández (50). Todos los meses viaja desde Ayacucho con su padre, Marcelino Llantoy Carhuaz (82), a quien la vista le ha empezado a fallar. A ellos tampoco los recursos les alcanza, a pesar de contar con familia en la capital. Por ello, la madrugada es la opción que eligen para entrar al INO, donde los costos por la atención de especialistas en la vista son bajos.

Sin embargo, el permanecer varias horas en la cola no es su único problema. Así como la mayoría que llega temprano, Julián Llantoy denuncia que, en la hora de entrada, la gente no respeta el orden y toman los puestos de los ancianos. “La semana pasada a mi papito lo han empujado, lo han dejado totalmente. No nos dejaron entrar a la cola. Un señor dijo 'el tío estaba a mi lado' y solo así pudimos ingresar a la cola. Quisiera que hagan orden, por favor. Hay que avisar a los agentes de seguridad que pongan orden”, pide.

“Abren y todos se meten. ¿La cola para qué me va a servir si cuando abren se van a meterse a correr?”, declara, con evidente molestia, Eleonora Costa (49). Ella viene desde Comas junto a su pequeña de siete años. No tiene con quién dejarla y por eso la lleva consigo. Sabe que está mal exponer a su hija al ambiente de la madrugada, pero no tiene otra opción, pues un posible glaucoma podría dejarla ciega. A pesar de su enfado, solo puede hacer una cosa: esperar.