Octubre arranca con procesiones y cierra con jaranas criollas. En Lima son pocos los espacios que aún guardan la esencia de las serenatas de antaño, donde los músicos tomaban como escenarios los portones y las salas de las casas, ofreciendo cánticos a sus amigos que agradecían la deferencia con platos de comida y buenas dotes de alcohol, celebrando hasta que los sorprendiera la mañana.

Así crecieron Adela e Isabel López, penúltima y última de nueve hermanos, que desde que tienen uso de razón aseguran haber visto a sus padres recibiendo serenatas en esta misma casa octogenaria, donde nacieron y que desde hace 39 años se convierte cada viernes en peña.

ALMA, CORAZÓN Y VIDA. Son las ocho y media de la noche, y mientras algunos limeños se alistan para salir y otros todavía buscan un plan para hoy viernes, en la cuadra seis de la calle Pedro Conde, en Lince, la fiesta empezó hace rato.

Los golpes de cajón y guitarra no dejan que nadie se pierda. Por la pequeña puerta del 663, pasando un breve pasillo, se logra ver a los músicos, en fila y bien entonados en la sala de la casa. Alguien canta y, a voz en cuello, todas las mesas –nueve en total y ya ocupadas a esta hora- acompañan. Aplausos, sonrisas, vítores, abrazos. "¡Buena, comadre!", "Gracias, sobrino", "Qué te sirvo, hermanita", se escucha decir entre los comensales. Parece una fiesta familiar, pero esto es una peña, la peña Las López.

Adela está entre las mesas. Isabel, 'Chabuca' para los amigos, en la cocina preparando el apanado con frejoles, todo un clásico de este lugar. Los platos salen uno tras otro, al igual que las botellas de cerveza, los vasos de whisky y los 'chilcanos'. Estudiantes, oficinistas, empresarios, políticos, cantantes profesionales y aficionados, comparten su pasión por la música criolla en esta misma sala. Se van hasta el patio, invaden la cocina, rodean la casa, se sientan en la entrada y ocupan los pasillos, de pie, en bancos de madera o sillas de plástico.

"Los títulos se quedan afuera", advierte Adela, que saluda con entusiasmo a todo aquel que llega a su casa, conocido o no. Basta estar unos minutos para darse cuenta de que Las López no es un simple negocio, sino una hermandad, la hermandad de la música criolla.

CARIÑO BONITO. Para las hermanas López todo empezó un viernes 25 de enero de 1974. Adela tenía 31 años, y dos niños pequeños a los que debía cuidar. Salir a trabajar se le hacía entonces difícil. Hasta que un día su hermano mayor, Perico López, primera voz del grupo criollo Los indios aguarunas, le dijo: "Adela, ¿por qué no haces peña?".

"¿Peña? ¿Qué es peña?, le dije. Yo había crecido escuchando música criolla toda mi vida, viendo las serenatas que les traían a mis padres, pero no tenía idea de lo que me estaba hablando. Luego mi hermano me explicó: 'Pones música, vendes cerveza y cocinas. Yo te traigo a la gente', me dijo", recuerda hoy Adela a sus 70 años.

La idea, aunque extraña, no la descartó. Y fue así que eligió un viernes para empezar. Cocinó seco con frejoles para un batallón de 25 personas. Aquella noche llegaron solo siete. Pero Adela no se desanimó. "A pesar de que todos me pidieron fiado", revela entre risas.

Han pasado casi 40 años desde entonces. "Con este negocio he logrado darles estudios a mis hijos, trabajando solo una vez a la semana", cuenta hoy Adela. Son las diez de la noche y la casa está repleta. Alrededor de 70 almas caminan, cantan y brindan en cada rincón. No se baila porque no hay espacio, pero en el acto de esquivarse y darse permiso para pasar, algunos cuerpos parecieran lograrlo.

Entre los presentes se distinguen a varios caseritos. Está Julio Matallana, quien se define como un bohemio criollo que asegura venir a esta peña desde hace 37 años. "La música criolla ha sido mi vida. Y esta es la casa que me ha acunado desde siempre. Acá me siento cómodo, y dejaré de venir solo cuando deje de existir", afirma. El compositor Alejandro Lara es otro de los que no se pierde un solo viernes en Las López. Aquí, dice, testea sus temas. "Esta peña significa un reencuentro con la tradición, con la pureza", sentencia. Mario Macedo, otro asiduo parroquiano del lugar, viene hace 28 años. Cuenta que fue él quien trajo alguna vez a la ex congresista aprista Meche Cabanillas. "Ya te fregaste, Mario, me vas a tener acá siempre", recuerda que le dijo aquella noche.

CÁNTEME ESE VALS, PATITA. Chabuca se libera por fin de la cocina. El receso le durará solo unos minutos, hasta que llegue una nueva tanda de clientes solicitando ese plato por el que muchos han cruzado la ciudad de extremo a extremo. Por aquí pasan los cantantes antes de irse a dar sus shows en peñas barranquinas, otros llegan después de haber trabajado, con la voz aún vigorosa para entonar algunas canciones. Y así, la jarana puede extenderse hasta las cinco de la mañana.

Adela y Chabuca también cantan. Y lo hacen de maravilla. Fue también su hermano Perico, que en paz descanse, el que les enseñó a hacerlo a dos voces. "Un día me avisó que iba a llegar a la medianoche. '¿Y yo qué hago mientras tanto?', le pregunté. '¡Cantas pues!', me dijo", recuerda la mayor de las hermanas. Su talento ha sobrepasado las puertas de la casa. Se han presentado en otras peñas, radios y programas de televisión como Una y mil voces, conducido por la criolla Bartola, quien más de una vez ha pasado por Las López para entonar algunos valsecitos. A fines de este mes las hermanas estrenarán disco (ver recuadro).

Verlas conversando juntas es demasiada tentación para los asistentes, que las llaman a apoderarse del breve escenario improvisado. "Qué importa mañana la condena, si estuvo un rato el corazón contento", canta Chabuca acompañada de dos guitarras y un cajón. Sigue con Dónde tú vayas y Yo perdí el corazón. Las mesas le hacen los coros. Aquí no importa tener buena voz, lo que interesa es el sentimiento.

CARRETAS, AQUÍ ES EL TONO. "Para nosotras octubre es como Año Nuevo, y el 31 es un jubileo", asegura Adela. Este año, para el Día de la Canción Criolla, Las López anuncian que abrirán las puertas de su casa desde la hora del almuerzo. Habrá arroz con pato de comida. Y el mismo cariño intacto, por más horas que las de costumbre.

TODO QUEDA EN FAMILIA. Sayari Producciones, sello discográfico que rescata desde hace buen tiempo el talento de míticos representantes de la música criolla –como lo hicieron con La Gran Reunión-, anuncia para noviembre el lanzamiento de un nuevo álbum que engalanará su ya nutrida colección bautizada como De Familia: Pureza de una Tradición.

López-Díaz es el nombre de este volumen, que incluye como los anteriores, el repertorio y el estilo interpretativo particulares de esta familia criolla, capturando así el sonido de la tradición que preservan de generación en generación. El disco protagonizado por Las López se puede escuchar completo en la página del sello: www.sayariy.com. Y pronto estará en discotiendas. Fotos: Víctor Vásquez

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