A 3750 metros de altura, en la Cordillera de los Andes y a 176 kilómetros al noreste de la capital de Perú, la gente está condenada a muerte antes de los 40 años de edad. Allí se ubica la ciudad de La Oroya, capital de la provincia de Yauli, en Junín, de clima frío y lluvioso, con temperaturas que descienden hasta los 0 grados centígrados.
Cuenta con más de 35 mil habitantes y, según un informe de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), la población ha estado expuesta a altos niveles de contaminación del aire debido a las emisiones tóxicas del complejo, que incluyen plomo, cadmio, arsénico y dióxido de azufre.
El mismo informe revela que, a mediados del 2000, La Oroya fue identificada como una de las 10 ciudades más contaminadas del mundo.
Según la ONG Vida, se estableció valores superiores a los 2000 mg/kg de plomo en algunas casas, pero el valor estándar nacional es de 140 mg/kg, es decir 10 veces más el valor considerable permisible.
Y es que en los alrededores de la ciudad operan grandes compañías mineras como Chinalco, Volcán y Casapalca.
Pero es en el complejo metalúrgico de La Oroya que se encarga de transformar el mineral polimetálico -típico de los Andes centrales peruanos- en diez metales (cobre, zinc, plata, plomo, indio, bismuto, oro, selenio, telurio y antimonio) que la contaminación se elevó a niveles insospechables. Tanto así que colocaron a La Oroya en el puesto 5 de las ciudades más contaminadas del planeta.
SANGRE CONTAMINADA. Investigaciones independientes realizadas en el lugar revelaron que el 97% de los niños y niñas de entre 6 meses y 6 años, y el 98% de los infantes que tienen de 7 a 12 años, presentan niveles elevados de plomo en la sangre.
Es más, existe un estudio realizado por pediatras de un centro de salud que demostró que hasta los recién nacidos llegaban al mundo con preocupantes niveles de plomo en la sangre.
También es causante de la pérdida de memoria, problemas de crecimiento, mal aprendizaje. Todo esto provoca que la esperanza de vida sea de tan solo 40 años.
El alcalde de Yauli-La Oroya, Carlos Arredondo, reconoció que en su momento había niños que tenían plomo en la sangre.
No se puede negar este hecho, desde que comenzó a operar Doe Run Perú, en 1997, se presentó esta situación y se dio hasta antes de 2000, añadió.
Recordó que en la ciudad, conocida como la Capital Metalúrgica del Perú, no se podía respirar. Se sentía el aire pesado. Se sentía gas, dijo.
Luego, según el funcionario edil, se comenzó a hacer la limpieza de plomo en la sangre de los niños con programas ambientales ejecutados por el gobierno central y la empresa Doe Run.
A la fecha no conocemos de ningún caso (de envenenamiento), la calidad del aire mejoró, ahora se puede respirar y se puede decir que los niños no nacen con plomo en la sangre y no hay de estos casos en los últimos años, aseguró.
Pero este problema se presenta con la llegada de la minería a la zona en el siglo XIX y el boom minero que empezó con fuerza en el siglo XX.
Si bien en La Oroya se tomaron medidas para disminuir la contaminación, varios estudios afirman que el plomo permanecerá en esta ciudad durante siglos.
Aun así, la población de la zona anhela que el complejo metalúrgico opere nuevamente porque hoy por hoy es su principal actividad económica.