La Oroya, pueblo que llora, sufre y agoniza
La Oroya, pueblo que llora, sufre y agoniza

La ciudad de La Oroya, antes la capital metalúrgica de Sudamérica, sustento de la economía regional y nacional, está sufriendo los dolores de su pasión y agonía por la paralización de su principal sustento: la fundición polimetálica, desde hace más de seis años.

Llegar a lo que fue el primer y pujante puerto terrestre, paso obligado a la Selva y a la Sierra central , es como entrar a un pueblo casi fantasma, con algunos establecimientos que subsisten gracias a una economía de paso, prestada de otras actividades que no son propias.

Allí están algunas tiendas y bodegas, el mercado con su feria semanal que todavía alimenta a los pobladores, algunos bazares, mueblerías, zapaterías, tiendas de artefactos, que esperan a sus clientes; también los restaurantes, panaderías y mecánicas que viven del día a día, casi de milagro.

CAMPAMENTOS. Casi en todo el paso por La Oroya se aprecian campamentos desocupados, donde habita el dolor y la tristeza, la depresión y la nostalgia de haber sido alegre en medio de sus problemas.

También, como una herencia del pasado, sus bares y cantinas, discotecas, lupanares y toda forma de diversión que de alguna manera mueven los centavos, pero que constituyen hoy un grave peligro para la juventud y la población por la inseguridad ciudadana.

VECINDAD. Los vecinos dicen que si antes había pobreza ahora hay más pobreza, en La Oroya Antigua especialmente, donde se da la mano el abandono, la falta de servicios básicos; el alcoholismo y la prostitución han aumentado.

Hasta hace poco, todavía se podía vivir con el inicio de las operaciones de la Chinalco, pues, miles de trabajadores movilizaron la demanda de hoteles, alimentos, transporte y servicios, hasta que la empresa centró sus operaciones en Carhuacoto y en lo que hoy llaman Tunshuruco, un nuevo y moderno campamento que no necesita de La Oroya.

Los trabajadores dicen que ahora Chinalco está más entre Lima y Huancayo y que no pasan por La Oroya ni siquiera para comprar una galleta. “Esta es la triste realidad”.

TRABAJADORES. Entretanto, más de 2500 trabajadores de la Doe Run viven de la propina del 40 por ciento de sus sueldos que no alcanza para lo mínimo.

La chimenea de la fundición, una de las más altas del mundo, ya no echa humo, ya no contamina, pero tampoco produce riqueza.

Las empresas mineras que si antes se llevaban los metales más valiosos escondidos entre el cobre y plomo, hoy se la llevan enterita como concentrados por vía férrea carretera malogrando y contaminando más la vía central, hasta el Callao, situación que se agravará con el aumento de la producción de la Chinalco.

Los trabajadores tienen la confianza que vuelva a funcionar la fundición, aún incierta, porque de por medio está la venta que sería una esperanza de vida o la simple liquidación que constituiría una muerte definitiva, con deudas impagables.

ARZOBISPO. El arzobispo metropolitano de Huancayo, monseñor Pedro Barreto Jimeno, llegó ayer a la ciudad de La Oroya para impulsar el Proyecto de Renovación Arquidiocesana que signifique un renacer de la fe y esperanza en Dios, en medio de las dificultades.

Monseñor Barreto dijo: “Me da mucha pena, aunque he dicho enfáticamente que tenemos que mantener la alegría en medio de las dificultades y problemas”.

“Ir a La Oroya en este momento es ir de alguna manera a una ciudad que está viviendo un poco por inercia, se ve que hay bastante pobreza, mucha angustia, porque la fundición polimetálica está paralizada y los trabajadores están recibiendo sólo el 40 por ciento de sus remuneraciones y no saben cuál va a ser el futuro de sus vidas, porque ellos dependen de las operaciones de la fundición”, dijo.

Agregó que es una preocupación grande porque se sabe que a fin de año se llevará a cabo una licitación para la venta de la fundición. Es una preocupación grande porque La Oroya depende casi en un 90 por ciento de las operaciones metalúrgicas, sin la fundición ya no hay trabajo estable, más allá de los trabajadores del Estado y de los diversos ministerios.

En este sentido manifestó que la Iglesia quiere acompañar a los trabajadores y la población en esta preocupación, para el efecto se lleva a cabo el Proyecto de Renovación Aquidiocesana que este año quiere acercarse a las familias.

DATO. Monseñor Pedro Barreto Jimeno, celebró una misa para pedir las bendiciones de Dios para que La Oroya recupere su nivel de ciudad productiva y que terminen las penas que agobian a miles de familias.

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