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En la economía, la política, en las familias y en casi todos los ámbitos de la vida diaria, la presencia de las mujeres tiene un efecto y deja una huella. Es por eso que el 8 de marzo, , se ha convertido en un momento de reflexión para reconocer los logros alcanzados, pero también abogar por las brechas pendientes: acceso a un trabajo con salario justo y la eliminación de la violencia física.

A nivel nacional, el 32.3% de peruanas ha sufrido de violencia física; y de todos los feminicidios reportados en América Latina, menos del 10% llega a tener sentencia.

SILENCIO CÓMPLICE. Para María Edith Baca, consultora nacional de la Organización Panamericana de la Salud, la no impunidad es importante por un asunto de derechos, pero otra de las prioridades debe ser atender los efectos en la salud. “Afecta directamente la vida y la integridad de las personas. En los intentos de feminicidio hay violencia física, psicológica y probablemente sexual”, explica.

En estos casos, los médicos tienen la obligación de indagar porque muchas mujeres no quieren decir que sufren de violencia. Las razones para guardar silencio son múltiples. “Una de ellas es evitar el feminicidio, el miedo a que el agresor regrese con más fuerza y matar. Otra razón es que la mujer afectada por violencia ha crecido en un ambiente igualmente violento”, afirma Baca. En ese sentido, la legislación que prohíbe el maltrato físico a los niños y los grupos de ayuda para varones que renuncian a la violencia se han constituido en valiosas experiencias educativas.

BAJO RENDIMIENTO. En el marco del Foro Visiones “Mujer y Violencia”, el investigador y consultor internacional en ciencias empresariales y género, Arístides Vara Horna, reiteró que la violencia está presente en las empresas tanto como en los hogares.

“Hay mujeres que sufren de violencia extrema, otras que lo tienen en su etapa inicial y muchas lo niegan. No lo ven como violencia sino como una discusión entre la pareja. Pero todo ese grupo de mujeres y hombres genera un impacto en la organización”, señala Vara. De acuerdo con sus estudios en empresas peruanas, mejorando la calidad de vida de las personas es posible aumentar el compromiso laboral hasta en un 40% y no hacer nada contra la violencia, por el contrario, incrementa la rotación de personal y reduce la productividad. “La rotación es un costo pequeño en comparación con el presentismo que es el 70%. Esta tasa se refiere a las personas que están en el trabajo pero con la mente en otro lado, con bajo rendimiento”, indica.

Vara recomienda a las empresas tomar conciencia de este problema e investigar la forma en que genera impacto en términos económicos dentro de su organización. “Pensar equitativamente siempre trae un valor agregado. La única forma de eliminar la violencia es asegurando un ambiente igualitario”, reafirma.