Lima hacia 2035, una propuesta de futuro
Lima hacia 2035, una propuesta de futuro

La falta de planificación a largo plazo ha sido una de las críticas recurrentes hacia la actual administración de la , liderada por . Estos cuestionamientos se iniciaron incluso antes de que asuma funciones por tercera vez, cuando se dejó de lado el Plan de Desarrollo Urbano de Lima y Callao a 2035 (PLAM), el documento de gestión urbana que dejó la dirección anterior. Patricia Juárez, teniente alcaldesa de Lima y número dos de la comuna, informó a Correo que ya se está formando una comisión que evaluará y “culminará” el documento.

El grupo de trabajo estará formado por técnicos de la Gerencia de Desarrollo Urbano y el Instituto Metropolitano de Planificación, además de decanos de facultades de Arquitectura y otros especialistas, anunció la funcionaria.

Importancia. La aprobación del PLAM 2035 es urgente, considera José Ignacio Pacheco, experto en desarrollo urbano, por una razón fundamental: en los próximos años, la ciudad puede colapsar.

Hacia 2021 se espera que Lima albergue a más de 10.5 millones de personas, escenario de hacinamiento que se agravará por el “proceso desordenado de urbanización”.

¿Por qué no se aprobó antes? “El PLAM no está concluido. Le faltan muchos estudios y elementos para que ese plan sea considerado como tal, pero hay información importante que se está utilizando. No tenemos por qué desperdiciar o desaprovechar algo que finalmente le ha costado dinero a la ciudad”, dice Juárez, quien insiste en que el plan es solo “un diagnóstico”.

Sin embargo, el Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-HABITAT), entidad internacional que examinó el documento, además de destacar los más de 200 proyectos en cartera, recomendó a Castañeda que continúe con su aplicación.

En general, el documento debe entenderse como una “caja de herramientas” para “armar” las soluciones específicas a los problemas identificados, dice la ONU.

El PLAM “va más allá de la formulación general de principios y lineamientos para introducir contenidos de carácter normativo, de gestión y ejecución. En otras palabras, no solo plantea el qué, sino también el cómo”, evalúa el organismo.

Alternativo. Mientras se aprueba el PLAM 2035, la Municipalidad de Lima trabajará bajo la guía de un plan de inversiones a 2018.

Dicho documento se adaptará, en el mediano plazo, al instrumento de gestión de mayor jerarquía que apruebe la comuna, dice Juárez.

Correo solicitó más detalles y una copia, pero esta no fue remitida.

El regidor Hernán Núñez, de Diálogo Vecinal, asegura que el Concejo Metropolitano, instancia que debe aprobar todas las inversiones del municipio, no ha sido informado sobre el plan que refiere Juárez.

“Un plan de inversiones puede ser un listado de obras sin ninguna planificación, una lista que a simple vista puede parecer interesante, pero que a largo plazo incluso puede ser contradictoria. Si está pensado solo a 2018, en el mejor de los casos es un listado de proyectos que se quieren concluir, pero no lo pueden contrabandear como si fuera un documento de gestión urbana”, argumenta Núñez.

El plan de desarrollo urbano plantea, en esencia, crear una ciudad compacta, conectada y socialmente inclusiva.

Para lograrlo, se lee en varias partes del documento, se requiere de aquello que permite construir el futuro: continuidad.

¿Cómo se ordena Lima?

El crecimiento de la ciudad ha estado marcado por fenómenos diversos: desde los movimientos poblacionales internos hasta el tráfico de terrenos. El resultado, visible desde hace varias décadas, es una Lima desordenada y caótica.

Han existido, según se recuenta en la literatura sobre la materia, dos grandes planes metropolitanos de desarrollo, uno aplicado desde 1967 hasta 1980, y el otro válido desde 1990 hasta 2010. La vigencia de este último documento se prorrogó hasta 2013, mientras en paralelo se diseñaba el PLAM 2035. Ninguno de estos documentos, considera Jorge Arce Mesía, exdirector del Instituto Metropolitano de Planificación, se aplicó a cabalidad. Considera que gobernar una ciudad con documentos de gestión “pensados para el pasado” puede profundizar la desorganización.

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