El viento. En eso piensa Carlos Benavente (39) cuando avanza entre los cerros de San Juan de Lurigancho, arrodillado sobre una silla de ruedas. En esa posición inclina su cuerpo hacia adelante e impulsa con sus manos las ruedas laterales. Rema con todas sus fuerzas. Transpira. Podría pensar en los mototaxis que le cierran el paso cada tanto, en el sonido de los cláxones o en los vecinos que lo saludan en la ruta, pero solo puede concentrarse en el viento. En esa brisa violenta que golpea su rostro, agita su pulso y libera su cuerpo. "Será la adrenalina, pero esto me hace olvidar mi discapacidad", asegura Carlos cuando se detiene unos segundos para no perdernos de vista. Luego se acomoda el casco, ajusta las fajas que lo atan a la silla y sigue remando por la avenida Mariátegui.

En esta misma calle ocurrió el accidente hace más de 19 años. Él lo recuerda todo. Salía de jugar fútbol con unos amigos en la madrugada, cuando dos chiquillos lo interceptaron: "Ya perdiste", le dijeron. Pero se equivocaron. Carlos, un soldado del Ejército peruano, los derribó sin problemas. Siguió caminando y los dejó tumbados en la acera. Entonces oyó los disparos, sintió el calor del fuego atravesándole la espalda, cayó abatido. Cuando abrió los ojos ya estaba camino al hospital. Lo siguiente que recuerda es que le dijeron que no volvería a caminar.

"En ese momento piensas que esto es una maldición, que así no vale la pena vivir. Pero con el tiempo te das cuenta de que puede ser algo divino, algo para que encuentres un objetivo en la vida. Yo me tardé cinco años", confiesa Carlos mientras infla una de las llantas de su silla.

"Conocí a gente que había quedado cuadripléjica, que solo podía mover la cabeza y aun así practicaba deporte y era feliz. Y yo, que solo había perdido la sensibilidad de las rodillas para abajo, ¿por qué no podía ser así?", recuerda. Entonces se aferró a la natación, al básquet, al atletismo. Se inscribió a cuanta carrera pudiera costear en Perú, Argentina, Venezuela, Colombia y México, y siempre quedó entre los primeros puestos. Pero "Wings for Life World Run", la maratón que se realizará en simultáneo el 4 de mayo en 30 países del mundo –incluido el nuestro–, sea quizá la más importante de su vida. Más que una carrera, significa un anhelo.

CORRER POR UNA CAUSA. Todos los fondos reunidos en la maratón irán destinados a "Wings for Life", una fundación que ha financiado 82 proyectos de investigación para hallar una cura a los daños de médula. Al año, en el Perú, el Instituto Nacional de Rehabilitación atiende a más de 500 personas que perdieron la movilidad en piernas y brazos producto de estas lesiones. En el mundo aparecen 500 mil nuevos casos anualmente, por traumas o enfermedades, según la Organización Mundial de la Salud.

Las lesiones traumáticas son causadas en un 50% por accidentes de tránsito, 24% por caídas, 9% por deportes y deportes extremos, y 17% por otras causas, entre las que figuran los asaltos a mano armada. Las estadísticas señalan que esto podría ocurrirle a cualquiera. Fotos: Christian Salazar

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