Hay pampas de Puno que se parecen a la luna. Como los paisajes desérticos y 'craterizados' de los distritos de Ananea (San Antonio de Putina) y Cuyocuyo (Sandia), reciente imagen de la soledad y aridez que uno solo puede comparar a algo fuera de este mundo, a lo que quizá habita en un satélite terrestre y sin vida.

El panorama luce desolador en el sector Lacca (Sandia). Hace una semana unos 800 policías al mando del alto comisionado en Asuntos de Formalización de Interdicción de la Minería de la Presidencia del Consejo de Ministros, Daniel Urresti Elera, intervinieron la zona para destruir la poca maquinaria que hallaron, chozas construidas con calamina y chutes en los que los ilegales trabajaron en los últimos tres años.

En el horizonte solamente se puede ver montículos de tierra amarillenta, el agua, más que eso, es barro de color beige y hay especies de carreteritas por donde la maquinaria pesada de los mineros circulaban antes de que llegue la interdicción. El frío y el viento helado es insoportable para un recién llegado aquí, estas pampas están ubicadas a 5 mil metro sobre el nivel del mar.

Funciona, pero no tanto

La interdicción a la minería ilegal está cumpliendo su rol. Por lo pronto, los lugareños han dejado de lavar oro, aunque en realidad las máquinas han sido trasladadas hacia los valles de Sandia, donde la práctica informal se ha ido intensificando en la cuenca del Inambari en paralelo a la erradicación en Ananea y Cuyocuyo.

Este tipo de minería no es ancestral, como dicen los dirigentes, si bien los comuneros desarrollaron a lo largo de su existencia labores de minería, siempre fue de manera artesanal. "Las máquinas llegaron a lo mucho cinco años atrás, y se han intensificado en los últimos dos años y medio", cuenta un comunero de Lacca.

Las pampas en donde se ha asentado la minería ilegal representan varios kilómetros de la Cordillera Oriental, inicia desde la frontera con Bolivia en el sector Perlas (Cojata), avanza hacia el noroeste por Trapiche, Pampa Blanca, Morrenas de Vizcachani, Chaquiminas y Pampilla (Ananea), y sigue por los sectores de Oriental, Ancocala y Lacca (Cuyocuyo) hasta adentrarse a la selva puneña.

El fenómeno de la minería ilegal es una herencia del fracaso de Centromin Perú y la errada política estatal de desentenderse del problema que había encargado solucionar en los 90 a la Central de Cooperativas Mineras de San Antonio de Poto, que lideró el hoy congresista fujimorista Francisco Ccama Layme.

Esperan el reinicio de labores

El proceso de interdicción no ha atacado a todos. Hasta el momento se realizaron dos intervenciones, el año pasado en Pampa Blanca y el reciente en Lacca (Puna Ayllu), dejando como saldo decenas de tractores inutilizados, motobombas destruidas y chutes dinamitados. Eso fue suficiente para contener la ambición de quienes habían explotado a diestra y siniestra.

Por ahora, en Pampa Blanca están trabajando solamente los llamados 'chichiqueros', hombres y mujeres que cargados con bateas y palas han retomado la labor artesanal.

Algunos, como los renovados dirigentes de la Central de Cooperativas Mineras de San Antonio de Poto (Cecomsap), están ansiosos de lograr sus permisos de operación en la Dirección Regional de Energía y Minas (Drem) para retomar labores en Morrenas de Vizcachani (Ananea), sus directivos aseguran que es cuestión de semanas para volver a trabajar, esta vez de acuerdo a la ley. Fotos: Jeffrey Vargas

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