Afuera el día es soleado, cálido. Pero aquí dentro eso no importa. Las sombras de la tarde oscurecen el cuarto. Aquí dentro Mirtha Ruiz no deja de observar las fotos de su hijo cuando estaba sano, de voltear a un lado, contener el llanto y comprobar que esa realidad ya no existe. Junto a ella descansa Max, su pequeño de ocho años. Desde el 12 de septiembre de 2012 quedó postrado en una cama de por vida. No habla. No camina. No mueve los brazos. Solo mira los ojos de su madre y suspira. Sueña, quizá, con regresar al pasado.

El 11 de septiembre de 2012 Max fue operado en el hospital Guillermo Almenara por una carnosidad en la garganta que le impedía respirar bien. Max cursaba el segundo de primaria. Entró contento. Sabía que después de la operación podría jugar y comer como los demás niños, sin temor de asfixiarse. Pero todo salió mal.

Luego de la operación no fue trasladado a la Unidad de Cuidados Intensivos por falta de camas. Lo derivaron, en cambio, al Área de Cirugía de Tórax para Adultos. Allí ocurrió lo peor. El tubo por el que respiraba se obstruyó con su propia sangre y sus secreciones. Las enfermeras actuaron demasiado tarde. No había un solo médico en la sala.

Max sufrió un paro respiratorio y quedó inconsciente por 20 días. Cuando abrió los ojos ya no era el mismo. Había quedado cuadripléjico. "Él entró sano y mire cómo lo dejaron. Esta no era la expectativa de vida que yo quería para él", se lamenta Mirtha al pie de su cama. Mirtha es madre soltera, vive en Ventanilla, y desde que ocurrió la tragedia tuvo que dejar su trabajo como cobradora de combi. Hoy vive de actividades pro fondo y una pensión de viudez que no llega a los S/.100.

Después de una larga batalla, EsSalud reconoció la negligencia y trasladó a Max a la Clínica San Juan de Dios. Proyecta además el viaje del niño a un centro de rehabilitación en el extranjero. Sin embargo, este es un derecho de todos los asegurados, afirma Mario Ríos, presidente de la Asociación Justicia Civil en Salud –la defensa legal de Max–. Lo que exigen ahora es garantizar la atención del menor de por vida y una reparación civil de S/.2 millones por el daño causado. EsSalud aceptó conciliar. Pero ya lleva postergando el proceso desde hace tres meses.

ÁNGELES HERIDOS

No existen cifras oficiales de negligencias médicas con niños en el ámbito nacional. Muchas familias no denuncian por desconocimiento o simplemente los casos prescriben. Entre 2013 y 2014, sin embargo, la prensa reportó al menos 30 denuncias de niños víctimas de presuntas negligencias médicas, entre recién nacidos y menores de 14 años. De ellos, 17 fallecieron y las familias de los demás continúan luchando para encontrar justicia.

En ese grupo de padres incansables están Mariluz Orozco y Luis Carlos Flores. Hoy su hijo Luis Ángel, de seis años, está atrapado en un cuerpo que no siente ni controla a causa de una mala praxis médica. Las voces de sus padres son su único alivio. El niño también ha perdido la vista.

El 14 de julio de 2009 el pequeño fue operado de una cardiopatía en el Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN) de Lima. Su familia viajó desde la provincia de Anta, en Cusco, hasta la capital en busca de una esperanza. Pero lo que encontró fue una pesadilla.

Después de la operación, a la 1:00 p. m., Mariluz ingresó a la sala a ver a su hijo. "¡Mamá!, ¡mamá!, lloraba. No te preocupes, le decía, mañana te pasan a piso y no me voy a alejar de ti. Solo me dejaron verlo unos minutos", recuerda ella. A las 4:30 p. m. la ilusión terminó. Cuando la familia regresó las enfermeras corrían de un lado a otro. "Nunca me hubiera imaginado que era por mi hijo. Cuando volvimos a verlo estaba tieso, como muerto. Los médicos decían que era normal, que estas cosas pasaban. Al poco tiempo ya querían que me lo lleve de alta", cuenta entre lágrimas Mariluz. Fotos: Tatiana Gamarra // Abel Aguilar // Néstor Soto

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