La fibrosis quística, enfermedad que muchas veces se confunde con la neumonía y que pone en riesgo de muerte a 1 de cada 4 mil bebés si no existe un diagnóstico a tiempo, puede ser detenida si se realiza un tamizaje neonatal.
A diferencia de la neumonía, la fibrosis quística afecta las vías respiratorias, y el aparato digestivo, en especial el páncreas, un órgano que ayuda asimilar los alimentos. Por eso los niños normalmente no suben de peso, tienen dolores abdominales, hacen heces abundantes o grasosas y su sudor es excesivamente salado.
La fibrosis quística genera un moco muy pegajoso que le da la “bienvenida” a las bacterias y que cuando se confunde con la neumonía, el paciente puede ser dado de alta, pero al poco tiempo volverá a tener otra “neumonía” igual o más grave.
Esta enfermedad es hereditaria, portada por el gen de uno de los padres.