“Napaykullayki (Hola)”, saluda Cristian, un niño aimara de la ciudad de Huayrapata, departamento de Puno. Envuelto en su ponchito de lana tejido por su madre cuenta que llegó al encuentro Tinkuy 2015 con el proyecto de conservación de un manantial de su comunidad. “De este reservorio sale agua dulce que usamos para todo, para las chacras, para nosotros, para los animales. El agua se cuida, y mucho”, asegura.
Cristian fue parte del Tinkuy 2015, que se realizó del 13 al 21 de setiembre. Un encuentro anual de estudiantes que asisten a colegios interculturales bilingües. “El Tinkuy es uno de los únicos espacios que tienen los niños indígenas para encontrarse, compartir sus saberes y hacer oír sus voces”, explica Martha Morales, especialista del Ministerio de Educación y encargada del evento.
De todas partes. Este año fueron 148 niños que se reunieron en el centro vacacional Huampaní, en Chaclacayo, provenientes de 16 pueblos indígenas, representantes afroperuanos y castellano hablantes. Cada participante vivió una semana llena de actividades para compartir los conocimientos de sus pueblos, sus experiencias e historias.
Uno de esos relatos fue el de Katterin, niña asháninka de Satipo (Junín), que contó la historia de cómo el dios asháninka “Avireri” convirtió a unos españoles en piedra por los abusos que provocaban a la comunidad y a la naturaleza. El encuentro de este año llevó por temática la relación del hombre y el ecosistema.
GRANDES EXPERIENCIAS. Melva, niña awajún, viste sobre su buzo un típico atuendo: el tarashi, los collares y el tocado de plumas de su abuela. Ella viene de la provincia Condorcanqui (Amazonas), en una comunidad de cien casas de madera de pona, donde “todos trabajan, siembran y se ayudan”, comenta.
Por su parte, Rossmeri proviene de la delegación de niños afroperuanos, vive en el Callao y confiesa que nunca se había encontrado con tanta diversidad. “Es la primera vez, me ha parecido bonito y ya tengo varios amigos”, comenta y añade: “No sabía que había tantas lenguas, solo conocía el español”.
NO SOLO NIÑOS. Cada delegación llegó en compañía de un profesor y un padre de familia, quienes también se involucraron en las actividades y compartieron sus propias experiencias. Rufino Zumaeta es Yine y vino acompañando a su hijo con la delegación de Ucayali. Según su parecer, “este encuentro sirve para reflexionar sobre nuestra cultura y nuestra identidad”, aunque lamenta que actualmente los padres dejen de enseñar los idiomas originarios a los niños. Por su parte, Aurelio Zare, docente de La Libertad, confiesa que este encuentro le ha permitido encontrarse con otras culturas, para “asumir compromisos y llevar a cabo los proyectos a cabalidad”.

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