¡Verdaderamente ha resucitado el Señor!
¡Verdaderamente ha resucitado el Señor!

¡Verdaderamente ha resucitado el Señor, aleluya, aleluya! Se apareció a Simón Pedro, se apareció a la Santísima Virgen María y también a las santas mujeres que fueron el domingo temprano al sepulcro para embalsamarlo.
Y, desde entonces, Jesús no ha cesado de aparecerse, vivo y resucitado, en medio de sus discípulos. Lo vieron los apóstoles cuando se sentó con ellos y les partió el pan; lo reconocieron los dos de Emaús que volvían tristes y desanimados a su pueblo pensando que toda la aventura de Cristo había terminado con su sepultura; lo vieron cientos de hermanos a quienes se les apareció los primeros días y durante las semanas comprendidas entre la Resurrección y la Ascensión.
Pero también lo hemos visto millones y millones de nosotros, los cristianos, a lo largo de los dos mil años de vida de la Iglesia. Cada día de la historia Jesús se presenta, resucitado, en medio de los suyos, cumpliendo así la promesa que nos hizo antes de su muerte: "he aquí que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo".
Queridos hermanos, en cada Semana Santa y en las semanas que le siguen celebramos la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo, es decir su paso de la muerte a la vida. ¿Qué significa que Cristo ha resucitado?, ¿qué significa la Resurrección de Cristo para nosotros? En primer lugar, significa que el Padre ha aceptado el sacrificio redentor de su Hijo. Si Jesús muere en la cruz para el perdón de nuestros pecados; si Jesús derrama su sangre para reconciliarnos con Dios; entonces, que el Padre lo haya resucitado significa que el Padre ha aceptado ese sacrificio de amor de su Hijo, y significa que, ciertamente, nuestros pecados han quedado perdonados.
¿Qué tenemos que hacer para tener esa Vida Eterna?, preguntaban a los apóstoles aquellos que escuchaban por primera vez esta predicación del kerigma; ¿qué tenemos que hacer para tener Vida Eterna?, es la misma pregunta que nos podemos hacer nosotros hoy. Y los apóstoles, con san Pedro a la cabeza, les respondían: basta una cosa, creer en Jesús, creer en este Amor, creer que efectivamente el camino de la Vida es el camino de la Cruz, es el camino de la obediencia al Padre.
Feliz Pascua para todos; que la alegría de saber que Jesús está vivo en medio de no -
sotros, podamos experimentarla en el seno de nuestro hogar y transmitirla en nuestro barrio, en la familia, en el trabajo, en la sociedad que nos rodea, de modo que cada día seamos más y mejores testigos de Cristo resucitado.

Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa