Un antiguo reservorio de agua, ubicado en el cerro El Pino, La Victoria, ha sido convertido en un wawa wasi que alberga a quince niños. Además, un grupo de madres lo acondicionó como comedor popular, donde preparan 200 raciones al día.

Fue el sacerdote Francisco, de la parroquia Nuestra Señora del Camino, quien para encaminar las almas de los pobladores de la zona de La Victoria convirtió "el tanque" en una guardería infantil, en 1995.

COMO UN JARDÍN. Hoy, después de 18 años, este espacio conocido como "El Bolón" continúa albergando a niños y niñas, al cuidado de Flor de María Requena.

Ella es una especie de hada madrina que se encarga de cumplir las fantasías de los menores que llegan cada día, al hacerles pasar las mejores horas de su vida con enseñanzas y juegos.

La guardería se llama Semillitas de Cristo, recibe a menores de 2 a 5 años que sean vecinos del sector 11 del cerro El Pino. Los padres de familia deben cumplir con el horario: la entrada es a las 09.00 y la salida a las 14.00 horas.

Al entrar al pozo y ver lo enorme y oscuro que es por dentro uno se siente como en otra dimensión, donde en medio de la nada un colorido arcoiris te invita a que llegues a él.

Esa pared llena de color es el aula donde saltan, ríen, juegan y estudian los 15 pequeñines, siempre bajo la atenta mirada de la profesora Flor de María.

Un mundo de fantasías en medio de una de las zonas más peligrosas de La Victoria.

"Solo puedo decir que estoy viviendo los tres años más maravillosos de mi vida. Estoy contenta", comenta con una gran sonrisa la maestra cuando se le consulta por la noble labor ad honorem que cumple dentro del tanque de agua.

necesidades. La maestra nos comenta que son muchas las carencias que pasan, pues no tienen presupuesto. Sobreviven por las almas caritativas que les donan implementos de estudio, mobiliario necesario y demás materiales.

"Yo estudié educación inicial, trabajé en varios colegios, soy madre de familia, vivo lejos, mi sueldo es una propina y a veces me quedo hasta muy tarde. Pero no me amilano. Soy la persona más feliz del mundo cuando llegan estos niños", nos cuenta con emoción.

dar de comer. Por si este acto de generosidad patrocinado por la parroquia Nuestra Señora del Camino no fuera suficiente, en el local también funciona un comedor.

Un grupo de mujeres se encarga de los alimentos de los menores, quienes al mediodía reciben un contundente y nutritivo almuerzo.

"Preparamos 120 raciones diarias y solo es para niños de la zona y de la guardería", señala orgullosa doña Elena, quien junto a las señoras Elva, Kelita y Zacarías hacen maravillas para que los alimentos alcancen para todos. "Todo tiene que alcanzar para todos", dicen.

tres en uno. Guardería, comedor popular y almacén son algunos de los usos que se le ha dado a este espacio urbano abandonado.

Pero como el tanque tiene gran capacidad, el Gobierno ha implementado un área para los más pequeños. Es así que desde hace tres años funciona el programa Cuna más, donde menores de hasta dos años reciben los cuidados de mujeres encargadas de darles atenciones, mientras sus progenitores salen a ganarse el pan de cada día.

El ingenio y las ganas de ayudar son factores que identifican al peruano y esta obra de bien social demuestra que de la nada se puede hacer muchas cosas. "El Bolón" está ahí y en vez de llenarlo de agua los vecinos de El Pino se han encargado de rebalsarlo de amor y solidaridad.

los inicios. Cuenta la historia que en la década de 1960, un ingeniero agrícola donó varios terrenos de su propiedad a migrantes para que pongan negocios y los usen como vivienda.

Es así que las faldas de un cerro se convirtieron en los primeros multifamiliares de La Victoria y detrás de ellos un gran sembrío de maíz, árboles frutales y plantas comestibles iban a ser parte de la huerta de don Luis Cánepa Caycho, el benefactor.

Por ello, en medio del gigante de tierra conocido como El Pino se construyó un enorme tanque de agua que serviría para regar la cosecha. Pero solo fue utilizado unos cuantos años, pues la presión de agua no llegaba con fuerza al lugar, quedando en desuso y abandonado.

La cosecha fue retirada de la zona para que no se pierda lo invertido.

El tanque se convirtió en un elefante blanco. Nadie sabía qué hacer con él. Sirvió como techo para gente de mal vivir, de basurero, guarida de delincuentes y hasta de hotel clandestino.

El gobierno militar de Juan Velasco Alvarado entregó los terrenos del cerro a los provincianos que llegaban a la capital. Hasta que a mediados de los años 80 un sacerdote decidió limpiar el lugar y convertirlo en un templo donde los fieles adorarían al Señor. Luego se transformó en guardería.