Gastón Acurio: "No diré ni una palabra para seguir 'nadinizando' la política"
Gastón Acurio: "No diré ni una palabra para seguir 'nadinizando' la política"

El cocinero, empresario y líder del "movimiento de los cocineros", Gastón Acurio, se define un optimista impenitente. No viste la clásica chaqueta de chef sino una camisa con aire hindú que calza con la bien ganada fama de profeta del nuevo Perú. "No es el Estado el que mantiene a los peruanos, sino son los peruanos los que mantienen al Estado", enfatiza.

Sonríe la mayor parte del tiempo y su voz se emociona evocando la lección de dignidad que le dejó una campesina. "¿Esas flores no parecen de velorio?", se pregunta sobre unos crisantemos y rosas del vestíbulo de su nuevo restaurante Astrid & Gastón en una casona impresionante de San Isidro. Lo bueno siempre puede ser mejor, dice. Gestor de 50 exitosos restaurantes por todo el mundo, de 46 años y mil proyectos en mente, Acurio repasa la historia de su generación, los cambios que vivimos y los que se resisten a aceptar los nuevos tiempos.

Se estrena una película sobre su vida y acaba de inaugurar un restaurante nuevo, pero ¿con qué más nos va a sorprender Gastón Acurio más adelante?

Mi trabajo es hacer cosas todo el tiempo y es un poco el trabajo del empresario peruano de mi generación. Tratamos de hacer lo que decimos y decir lo que hacemos, tratamos de generar confianza e inspiración. Sobre todo los más jóvenes, porque a diferencia de quienes vivimos con el miedo adentro -que se nos inoculó desde que nacimos a los que tenemos 40 años y un poco más-, nuestros jóvenes son libres, han crecido en democracia, en un país que crece, conectados con el mundo; y en consecuencia, nosotros no tenemos ningún derecho -en cualquier terreno- de frenar esa libertad que tanto tiempo esperamos. Lo que tenemos que hacer es grandes proyectos, hacer cosas nuevas todo el tiempo.

¿Cómo fue su generación?

Crecí en un mundo completamente distinto al que nos ha tocado vivir ahora. Donde mi vida estaba regida por el verde militar. Nos decían que el empresario era algo malo, que era un personaje perverso, egoísta, explotador, y en consencuencia ellos debían quitarle a los empresarios lo que tenían para administrarlo ellos -que eran los dueños del poder- en nombre nuestro, supuestamente. Y que el Estado tenía que dirigir nuestras vidas. Pero si mirabas alrededor entrabas en una gran confusión porque en esa época a mi alrededor veía al señor que vendía diarios en el barrio o al señor que tenía la carnicería. De hecho la bodega de mi esquina era la de don Erasmo y que luego se convirtió en Wong. ¿Ellos eran malos? Luego llega la democracia y Sendero Luminoso. Vimos huir del Perú a nuestras familias y amigos, y en el campo se sometía a los campesinos y les decían que ser propietario de la tierra era malo y que a partir de ahora todo tenía que ser para el partido. Luego llega una inflación monstruosa y más corrupción.

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