Política y corrupción: El complejo caso de un país al filo del banquillo
Política y corrupción: El complejo caso de un país al filo del banquillo

Dos expresidentes tras las rejas, uno cuya extradición se tramita, otro que enfrenta la seria acusación de liderar una “organización criminal” y el actual jefe de Estado, nada menos, involucrado en una investigación fiscal. Estas irrefutables situaciones no hacen más que cuestionar la idoneidad de los mandatarios que elegimos en los últimos 30 años, pues todos, a excepción del desaparecido Valentín Paniagua, enfrentan alguna investigación, proceso o incluso condena por graves delitos, entre los que destaca el de corrupción.

Para desmenuzar esta coyuntura y tratar de encontrar algunas de las razones que nos han conducido a esta situación, Correo buscó la opinión de destacados especialistas en distintas disciplinas, quienes coincidieron en que, además de un obvio caudillismo, esto se debe a la falta de institucionalidad en nuestros partidos políticos.

El psicoanalista Moisés Lemlij, por ejemplo, asegura que respaldamos a candidatos inadecuados o simplemente “malos” porque tenemos la impresión de que poseen las cualidades de un líder, mientras que aquellos vistos como probos pueden percibirse como débiles.“Deliberadamente votamos por el poco escrupuloso; el honorable nos parece un tonto (…). Votamos por el mal, ni menor ni mayor (…). Siento que votamos por gente inadecuada porque creemos que tan solo alguien que roba puede hacer algo. Esto no es roba pero hace obra, sino: “necesitamos a alguien que roba para ver si hace obra”, sentencia.

Lemlij, quien se define como un curioso de la política, agrega que aquellos candidatos que se saben “malos” postulan porque saben que pueden ganar.“El que uno sea un delincuente no impide que sea inteligente y ambicioso, a lo mejor ser lo suficientemente inteligente para robar lo necesario, pero no exagerar. Una de las características de todos estos gobernadores que acabaron presos es, precisamente, que entraron a gobernar con el propósito deliberado de robar”, enfatiza el experto.

También destacó que el expresidente Valentín Paniagua o Javier Pérez de Cuéllar, quien fue secretario general de las Naciones Unidas, obtuvieron solo una aplastante derrota cuando tentaron el sillón de Pizarro. “La gente honorable no tiene ni chance”, concluye.

VASO MEDIO LLENO

El escritor y comunicador Gustavo Rodríguez está seguro de que esta situación resulta vergonzosa para nuestro país. Sin embargo, refiere que no significaría una imagen del todo negativa para el Perú.“Si se escarban más lo hechos, uno puede darse cuenta de que la opinión global sobre lo políticos, sobre todo los políticos latinos, es baja. Por lo tanto, si en un país latino hay instituciones que logran apresar a expresidentes, puede ser visto como un ejemplo a seguir”, remarca.En esa línea, y sobre un eventual indulto humanitario para el exmandatario Alberto Fujimori, Rodríguez prevé que el ciudadano promedio probablemente asuma que se debe a una gracia por razones humanitarias y la acepte, y que solo aquellos más informados sobre derechos humanos podrían tener una percepción negativa sobre tal medida.

“REVOLUCIÓN MORALIZADORA”

Similar es la impresión que sobre el tema tiene el historiador Manuel Burga, quien advierte que es la primera vez que, en condiciones democráticas, se produce una “revolución moralizadora” en el Perú; esta, sin embargo, indica que viene de fuera, de Brasil, país de donde también llegó gran parte de la corrupción actual de la mano de Odebrecht y de otras empresas constructoras.“Economistas, como el premio Nobel Douglass North, dicen que los costos de transacción en América Latina son muy altos, y los costos de transacción son esos que ahora se castigan, las coimas (…). En realidad, yo creo que hay una fuerte crítica al modelo neoliberal, donde todo se sacrifica por la ganancia, por el beneficio, ya sea como el porcentaje del mercado que ofrece la ganancia o el beneficio para aquellos tramitadores del Estado (los lobbistas)”, indica.

Por ello, el exrector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos manifiesta que esta situación pone a prueba a la administración de Justicia y, sobre todo, al Ministerio Público.“En la historia, siempre hubo movimientos contra este mal. Muchos de los golpes militares se justificaban para zanjar la corrupción. El golpe del 3 de octubre de 1968 del general (Juan) Velasco fue para zanjar el tema de la página 11. Y antes estas anomalías eran castigadas violentamente. Por ejemplo, tenemos el magnicidio de Luis Sánchez Cerro, de 1933; el magnicidio de Manuel Pardo, de 1878; el de (José) Balta, en 1872. Es decir, hemos pasado de los magnicidios, donde la población se expresaba violentamente contra los mandatarios, por cuestiones de deriva política o de corrupción, al enjuiciamiento y, ojalá, a la sanción. Democráticamente hemos avanzado; ya no hacemos ajusticiamientos”, resalta.En su análisis, también refiere que ahora vivimos una suerte de legado negativo del “caudillismo clientelista”, que se consolidó en el siglo XIX.“Los partidos (ahora) no son modernos; son acaudillados, a los que la gente se acerca como clientelas, para ver los beneficios que pueden sacar”, puntualiza.

Por ello, añade que se debe cultivar la memoria, debido a que esta es frágil, tal como se hace en Alemania, con la intención de no caer de nuevo en el nacional socialismo, es decir, en el nazismo.

DEJA DUDAS

Similar es la opinión de Víctor Rodríguez Rabanal, decano del Colegio de Sociólogos, quien destaca que en varios pasajes de nuestra historia predomina -en la política- el caudillismo y el militarismo, por la falta de institucionalidad en nuestros partidos.“El primer partido político se creó en 1872: el Partido Civilista, con Manuel Pardo. En general, más de 50 años después de la independencia”, concluye.

Rodríguez agrega que tenemos un sistema político en desprestigio permanente, con carácter personalista y que genera desconfianza.“Hay un caudillismo tradicional, que Jorge Basadre, en su libro Sultanismo, corrupción y dependencia del Perú Republicano, describió como un sistema estatal que carece de contenido racional y desarrolla, en extremo, la esfera del arbitrio libre y de la gracia del jefe. Hay toda una cultura política que idolatra a la cabeza. No es casualidad que cuando se habla de partidos se dice el partido de Alan García, el partido de Fujimori”, manifiesta el especialista.

Señala como una segunda vertiente aquellas organizaciones políticas que tienen una suerte de propietarios, ya que pertenecen a empresas o a universidades.“En broma, se dice que cuando hay discrepancia interna en estos partidos no hay expulsiones, hay despidos. Así se distorsiona la política: se limita la participación ciudadana y cualquier renovación. Así tenemos lo que tenemos”, finaliza.

CIFRAS

4 exgobernantes (García, Fujimori, Toledo y Humala) enfrentan investigaciones.

2 alcaldes (Castañeda y Villarán) también están bajo pesquisa.