Con motivo de conmemorarse el 23 de abril el Día del Idioma Español, fecha primordial para recordar también a figuras tan notables, como Miguel de Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega, es oportuno señalar algunos aspectos primordiales de la literatura filipina en lengua española, sobre todo porque en ese lejano país oriental también se habló nuestra lengua. Además, esta entrega se debe a nuestra condición de miembro de la Asociación Asiática Internacional de Hispanistas.
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En realidad, tanto Filipinas, como Cuba, Puerto Rico y las islas Guam, fueron las últimas posesiones en alcanzar su independencia del dominio español en 1898, hecho que en la península generó un movimiento polémico en la política, la economía, el ensayo y la literatura, que generó el liderazgo de la llamada Generación del 98, algunas de cuyas figuras principales fueron: Antonio y Manuel Machado, Miguel de Unamuno, Jacinto Benavente, José Martínez Ruiz (“Azorín”), Juan Ramón Jiménez.
Si bien el español hablado en Filipinas fue la lengua oficial durante la Colonia, en realidad nunca fue hablado por la mayoría de la población; por eso la literatura producida en nuestra lengua fue siempre limitada. Esto explica por qué el florecimiento del idioma español en Filipinas fue un fenómeno tardío; por eso, estrictamente, no puede extrañar que la literatura estuvo limitada también por el tiempo.
Según lo expuesto, la literatura filipina en español surgió a principios del siglo XIX, siendo limitada la producción bibliográfica durante los dos siglos anteriores, para llegar a una etapa de florecimiento en los años que marcan el declive del régimen hispánico.
PRINCIPALES GÉNEROS
En realidad, la literatura filipina fue limitada en su temática o contenido, con un marcado carácter emotivo y didáctico, producida por eruditos, biógrafos, periodistas, críticos y más rica e importante como manifestación de expresión nacional, como documento sociológico o instrumento de hechos políticos que como auténtica literatura. Se manifestó especialmente a través de la poesía, el cuento, la novela, el ensayo, el teatro, así como en los estudios filológicos.
Esta literatura alcanza su apogeo entre 1873 y 1930, marcando un claro contraste con la limitada producción anterior y posterior bajo el predominio del inglés por la influencia norteamericana.
EL PUENTE DEL INGLÉS
Como consecuencia de este último fenómeno se ha dado el contraste de que los estudiosos e investigadores filipinos actuales para conocer la producción intelectual de los próceres y héroes que lucharon por la independencia de su país y que produjeron sus mejores obras en español, tengan que hacerlo ahora a través de traducciones al inglés.
Así ocurre, por ejemplo, con “Solo entre las sombras”, la principal obra del político y escritor Claro M. Recto, que ahora se conoce por su traducción al inglés y al tagalo (una de las lenguas filipinas principales). Igual ocurre con las obras de otros importantes escritores, como: “Cinco reglas de moral antigua”, de Teodoro Calaw (1920); “Autobiografía”, de Rafael Palma; la poesía de José Rizal, el más importante poeta filipino.
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TRASCENDENCIA DEL PERIODISMO
Puede afirmarse también que la mayoría de escritores filipinos publicaron sus creaciones no en libros autónomos, sino por entregas o series, en las páginas de los periódicos, que alcanzaron un rol primordial en el desarrollo de la literatura filipina. Entre los principales diarios que cumplieron tan descollante labor se pueden mencionar: “La Solidaridad”, “La Independencia”, “El Renacimiento”, “La Vanguardia”, “El Debate”, a través de los cuales se difundieron la poesía, el ensayo y la novela filipinas; por ejemplo, las novelas de Rafael y Miguel Ripoll, Enrique Centenera o Estanislao Alinea.
EL TEATRO Y OTROS AUTORES
En 1880 se puso en escena por primera vez una obra teatral filipina: “José el carpintero”, de Juan Zulueta de los Angeles; asimismo, Francisco Liongson pronunciaría su discurso de recepción en la Academia Filipina de la Lengua Española.
Otros autores de especial mérito son el narrador Jesús Balmori, autor de la novela “Los pájaros de fuego” (sobre la ocupación japonesa), escrita en 1945; Evangelina Guerrero, primera mujer miembro de la Academia Filipina de la Lengua Española, autora de la novela “Kalidoscopio espiritual”; el notable orador civil Salvador del Rosario, editor de “La Independencia”, tampoco logró publicar sus magníficos artículos y discursos en forma de libro.
En este panorama ilustrativo podemos mencionar otros importantes nombres, especialmente de la época de la revolución por la independencia del poder norteamericano: Ramón Escoda (“El canto del solitario”), Evangelina Guerrero (“Kaleidoscopio espiritual”); Claro M. Recto, quien exaltó el valor de la cultura española, al afirmar: “La cultura española y la literatura filipina forman parte integrante de nuestra alma filipina y no podemos destruir ni prescindir de aquella sin destruir o desgarrar al mismo tiempo la nuestra”; Luis Rodríguez Varela, quien en “Proclama historial” proclamó la adhesión a España frente a la invasión napoleónica.
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JOSÉ RIZA, POETA NACIONAL
La principal figura de la literatura filipina en español es el poeta José Rizal (1861 – 1896), héroe nacional, de cuya pluma han brotado las más bellas páginas de exaltación de los valores de su patria y de la lengua española. En su producción poética sobresalen: “El embarque”, himno a la flora de Magallanes; sus redondillas a Sebastián Elcano y sus poemas “La batalla de Lepanto” y “La rendición de Granada”. Entre sus obras destacan sus novelas “Noli me Tangere” y “El filibustero”. Su glorioso y célebre poema “Mi último adiós”, fue escrito en la prisión en la noche y madrugada de la víspera de su ejecución, el 30 de diciembre de 1896. Empieza así: “Adiós, patria adorada, región del sol querida,/ Perla del Mar de Oriente, nuestro perdido edén./ A darte voy alegre, la triste mustia vida;/ si fuera más brillante, más fresca, más florida,/ también por ti la diera, la diera por tu bien”.
Los versos finales de esta gloria poética son: “Mi Patria idolatrada, dolor de mis dolores;/ querida Filipinas, oye el postrer adiós./ Ahí te dejo todo: mis padres, mis amores./ Voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores,/ donde la fe no mata, donde el que reina es Dios”.