Si hay médicos que fuman, sicólogos que se drogan, mujeres maltratadas que siguen enamoradas de su agresor, ¿por qué no puede haber seguidores de Castillo que votarían nuevamente por él (como con García o Fujimori)? Guste o no, eso va a ocurrir.

El conocimiento pleno de que algo hace daño o es delincuencial no garantiza que se actúe en consecuencia. Muchas veces hay un divorcio entre el conocimiento racional o la deducción lógica y la disposición sicológica para actuar de modo coherente con ese conocimiento, apelando a todo tipo de autoengaños o fanatismos.

Después de expuestos todos los delitos cometidos por Alberto Fujimori sigue teniendo seguidores que incluso 15 años después llevaron a tener mayoría en el congreso a través de su heredera, tres veces segunda en lides electorales. Con Alan García luego de su primer gobierno, ocurrió lo mismo. A Antauro Humala no le faltan seguidores que quieren verlo como presidente del Perú. La cercanía de las próximas elecciones nacionales permitirá a Pedro Castillo mantener su capital electoral emocional para hacerse elegir él -aún estando preso- o alguno de sus delfines que por lo tanto puede ser el nuevo presidente en el 2024.

En suma, mientras más grande sea la brecha entre la razón y la emoción, más inconsistentes serán las conductas de las personas respecto a lo que supondría una postura racional.

Eso debiera estar en el ABC de la comprensión de los fenómenos políticos y electorales en el Perú y por lo tanto, en las estrategias electorales de quienes quisieran presentar candidaturas que sean convincentes para los electores.

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