En su artículo “Down With Textbooks”, David Cutlerjan critica el uso que se hace de los textos escolares de historia en los Estados Unidos, porque le dan a los estudiantes una pobre comprensión de lo que realmente significa estudiar historia (“The Atlantic”, 31/01/2014).

Los textos de historia la presentan como algo acabado, que no cambia, pese a que la historia es continuamente revisada y reinterpretada. Además, son unilaterales y ofrecen una visión histórica centrada en personajes varones blancos.

Sin postular tesis o argumentos a investigar o rebatir, los textos no reflejan la manera como los historiadores abordan los problemas históricos. Todo lo escrito en los textos es predecible, los problemas ya fueron resueltos, no hay conflicto ni suspenso y se excluye todo aquello que puede parecer negativo para el idealizado carácter nacional. Por lo demás, tienen tanta información que impiden al lector comprender lo esencial, lo que los torna en ilegibles. Más sentido tendría llevar a los alumnos a investigar temas más limitados, pero usando diversas fuentes primarias, apoyados además en materiales multimedia, documentales, visitas a lugares históricos y entrevistas a expertos.

Posiblemente por un tiempo más se usarán textos de historia, en especial los que son interactivos e invitan a los alumnos a interesarse por diversas fuentes y llevar a cabo investigaciones sobre los temas de su interés. Pero aun así, nada reemplazará al buen maestro de historia, motivado, capaz de generar pasión por dicha materia en sus alumnos.