Cuando hablamos de fomentar la autonomía como valor central en la vida de los niños y adolescentes, estamos hablando del otro lado de la moneda que representa la sobreprotección.

Esto es particularmente importante a la hora que padres intervenir por ellos culpando a los maestros de sus magros logros escolares o a los compañeros por sus desavenencias sociales

Una cosa es acompañar a sus hijos en sus momentos difíciles para contenerlos, escucharlos, aconsejarlos, y otra cosa es resolver por ellos las situaciones frustrantes que ellos provocan o en las que se ven involucrados. La sobreprotección o intentar resolver por ellos sus situaciones frustrantes puede ser tóxica, porque en el fondo se les transmite el mensaje “tu no puedes solo; yo tengo que intervenir”. Eso retarda la maduración de los jóvenes, cultiva inseguridad, conformismo y la capacidad de asumir las consecuencias de sus propios actos, sea que resulten bien o mal frente al propósito que tenían.

Puede sonar extraño, pero también los niños y jóvenes tienen que aprender que a veces ocurren situaciones que son injustas, o no se resuelven a su mejor entender, (ocurre a cada rato frente a fallos de árbitros en el fútbol), y a la par que tienen que dar la pelea por corregirlas también tienen que tener la cuerda y humildad para aceptar que no siempre las cosas se resolverán a su favor. Todo eso forma parte de la construcción de su independencia, autonomía, resiliencia y sentido de realidad lo cual les significará una ventaja cuando entren a la plenitud de la vida adulta y enfrenten por si solos diversos nuevos desafíos.


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