Hace veinte años, los cocineros nos entrenábamos en distintas cocinas, y en cada lugar de prácticas se nos repetía una y otra vez lo inexpertos que éramos, lo mucho que nos faltaba por aprender. Cuántas cocinas más debíamos pisar antes de realmente sentirnos chefs.

Había que hacer méritos para trabajar en un gran restaurante, y demostrar con cualquier actividad, que estabas dispuesto a trabajar sin parar con tal de ser notado. En ese camino de aprendizaje se sabía que había que ser paciente, que había que esperar una oportunidad que con mucho esfuerzo y dedicación llegaría.

Hace cuatro años creamos Mater Iniciativa con la expectativa de plantear nuevas ideas, nuevas maneras de abordar los alimentos. De hacer cambios que llegarían a su tiempo. Hemos venido marcando distintas estrategias que se aplicaban a cada lugar que visitábamos, y al conocer a nuevos personajes, hemos visto que esos grandes cambios que suponen la felicidad de muchos, las mejoras en calidad de vida, etc., llegarán a un ritmo más pausado del que nos gustaría.

Noto en muchos jóvenes la impaciencia. Teniendo en cuenta las exigencias del mundo actual, la necesidad de comunicar todo lo que pasa, la aspiración por conseguir visibilidad. A veces el deseo de inmediatez prima sobre el trabajo duro. Si buscamos efectos rápidos, a veces perdemos la capacidad de analizar si el proceso es el mejor. Tal vez invertir más tiempo es permitir que cambios sucedan y que cuajen. Como cuando te haces cocinero por convicción, después de haber experimentado mucho y observado escenarios. Recoges todo lo vivido y vas construyendo un estilo propio. Este mismo mundo a veces les vende esa misma inmediatez como la clave. Caminos más cortos, resultados más rápidos. En la práctica esos cambios no resultan.

Haríamos mal si como grupo de trabajo que busca registrar insumos del Perú esperáramos que los grandes cambios se den de un día para otro. Los reales cambios, que mejoran, que enriquecen, esos tienen que planificarse, no suceden de la noche a la mañana.

Un ejemplo; qué pasaría si a partir de una campaña de difusión sobre las ocas de Chahuay, de Francisco y Trinidad, de pronto el país entero busca este maravilloso producto. ¿Habremos tomado en cuenta todos los factores? ¿Hemos considerado realmente si es ese el objetivo de vida de estos campesinos en una comunidad en Cusco? ¿O realmente hemos mirado con realismo el panorama?

TAGS RELACIONADOS