El panorama político y mediático peruano se ve tentado, una vez más, por el espejismo de un salvador externo, en esta ocasión nombrado Bukele, sin alertar sobre los riesgos que conlleva esta inclinación autoritaria Los votantes que buscan al salvador de turno y le entregan su voto -que equivale a entregar su libertad-, especialmente aquellos con jóvenes en sus hogares, deberían preguntarse: ¿aceptarían que sus hijos fueran detenidos arbitrariamente, sin justificación, enfrentando la posibilidad de encarcelamiento posibilidad de defensa, simplemente porque a cualquier policía le dio la gana de detenerlos, porque les cayó mal, les reclamo alguna pertenencia, no se dejaron violar o no querían pagar una coima? Lamentablemente, el clamor por soluciones mágicas, nacido de espejismos de logros ajenos, opaca la incompetencia local y el complejo del “no puedo”. Olvidan que el autoritarismo, aunque se inicie como una lucha contra el crimen, rápidamente se dirige hacia cualquier ciudadano que incomode al poder. La historia nos ha mostrado cómo líderes omnipotentes, desde Castro hasta Fujimori, han erosionado las libertades ciudadanas en su ansia de poder. Estos  líderes, bajo la falsa apariencia de salvadores, nos terminan quitando nuestros derechos ciudadanos. Debemos priorizar el fortalecimiento de nuestra democracia, con una policía y un sistema judicial competentes, que protejan sin aniquilar libertades. Aun desesperados por soluciones, no podemos sacrificar nuestra libertad, ya que, una vez perdida, será una lucha ardua recuperarla, como se observa en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

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