¿Quién de nosotros soporta ver a nuestros hijos o nietos menores sufriendo dolores intensos sin acudir a un centro de salud así sea pagado para que lo atiendan a la brevedad? Por otro lado, ¿qué pasa con las familias que no tienen esa oportunidad?

En los últimos años se viene hablando de atender la salud mental de los niños, pero da la impresión que no se entiende que la salud física es previa y prioritaria, y que resulta inaceptable que los gobiernos inviertan millones en rescatar empresas quebradas o construir obras públicas de enormes costos y que no pueda haber un médico o dentista al servicio inmediato de todo niño en el Perú.

Sería deseable que los electores de autoridades al escuchar a los candidatos a esos cargos analicen si tienen una trayectoria y ejecutoria comprobada de trabajo social eficaz con la infancia, de modo que sean ellos los que capten la adhesión de los votantes, en vez de dejarse llevar por el disfraz que se ponen para parecerse a las poblaciones que visitan, o comer su comida frente a la televisión, o de aliarse con quien a través de discursos de odios raciales o clasistas prometen las reformas de la que solo ellos y sus allegados se beneficiarán. Sobran evidencias. La gran reforma educativa y política que el Perú necesita nace de la sensibilidad hacia el bienestar de los niños. Y eso depende de sus padres/electores.

También sería deseable que los líderes profesionales y empresariales del Perú alienten candidaturas que garanticen la atención a la infancia como un comp0nente estabilizador de la vida democrática y los derechos ciudadanos en el país.

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