César Olivares Acate (Trujillo, 1979) es licenciado en Educación por la Universidad Nacional de Trujillo. Es Magister en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los poemarios “La vestimenta de los días” (2009) y “TransyGente (o poemas escritos en un micro)” (2014), las crónicas periodísticas “Jeremiadas” (2009) y el libro de relatos “Talión y otros cuentos de venganza” (2010). Está incluido en “Edición extraordinaria. Antología general de la poesía en La Libertad 1918-2018″ de B. M. En el 2021 mereció el Premio Copé de Plata. Es docente universitario en Lima. Hoy analizamos “Buey manso o doce cantos para disuadir al matarife -con interludios-” (2022).
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Título clave
“Buey” es un vacuno castrado y guía a las manadas de toros. Conduce a los bravos de los corrales a la plaza de toreo. Olivares, usa esta imagen, y en cuanto al número de cantos tenemos los antecedentes: “La Zaragozaida: poema épico en doce cantos” de Francisco Granados M. (1904), “Doce cantos sobre Chile”, de Eduardo Cebrian L. (2007) y “La Boliviada: poema épico en doce cantos” (2018) de Felipe Tejera. En cambio, Olivares cede doce cantos épicos, desde la quebrada salud humana hasta la disconformidad social. Es poesía directa a la yugular, y de ahí, al corazón. Está lejos del ego y teoría de soledades. Con solvencia poetiza-ironiza al buey, y a los doce cantos le agrega “interludios” del latín medieval “interludium” y van en intermedio de la lectura.
Familia-salud-muerte
Desde el Canto I aborda a la familia y su lacerante salud. Leamos: Y mi hija enfermó del abdomen /Tal vez porque mi esposa/le hurtó los pechos nutricios/a la hora silente de los pájaros (p.13). Enseguida viene el interludio “sinécdoque” en el cual poetiza el trasplante de órganos (p.15). Usa lenguaje biológico: vísceras, proteínas de cadena ramificada, cuerpos disfuncionales. Luego, los pacientes son los tíos, leamos el Canto II: Y yo avanzo en los brazos de mi tía/con el fémur partido/y la tristeza de mis padres amarrada a los tobillos (p.17). Continúa en el Canto III: Escribo una línea blanca de madera/ Como el rostro del tío José/blanco/en su féretro de madera (p.19).
El poeta expone su dolor en el Canto VII: El hermano muerto aparece en el umbral/ toma su chaqueta/ (una mezcla de fierro retorcido y esternón) / y desaparece tras la puerta/con su sonrisa de aluminio (p.31). Incluso sus protagonistas son sus antecesores familiares: Canto XI: Abuelo Julio/Ahora que habitas el tiempo circular de lo imperecedero/duele inventar tu ausencia/y ensayar un discurso que se ubique a la altura de tu silencio/Me pesa haber regresado para ver tu bicicleta abandonada/ tu chompa vieja de tanto limpia (p.47). Es evidente que son poemas líricos en su solidaridad y épicos en su enfoque y mensaje. Tener en cuenta el lenguaje anatómico usado: Abdomen, ganglios, digestión, intestinos, gutural, disecciones, pertenecientes a la anatomía o instrumentos quirúrgicos. El poeta es protagonista, sujeto épico. Revisemos en el Canto V: En este hospital no conozco más primavera que las flores descosidas/ de mis falanges inferiores (p.26).
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Social-rebelde- emergencia
Los “interludios” (10-15 versos) cumplen su función de descanso en los intermedios de los “cantos” con más de 25 versos cada uno. Representan imágenes que proyectan más aun el contenido de los cantos. Son más sociales y nos identifican en tiempo real. Leamos: Reciclaje “Y volvimos a ser recolectores. Armados de garrotes cartones bolsas de tocuyo, o montados sobre roídos triciclos de alambrada, peinamos la calvicie de callejones hegemónicos, colonizamos cada montículo de basura, a la vez que hacemos frente a peludas bestias y roedores en vuelo. Botellas de plástico / cuadernos de esquirla / todo vale. También tú, reciclador de clase media, constructor de verdades posmodernas, armado de tarjetas de crédito inventas el monopolio de la inmundicia. Está visto. Cada vez que el sol muere sobre la cresta de las ciudades, el libre mercado, con su canto de sirena, se apodera de las esquinas y produce apetitosas bolsas de incertidumbre” (p.32).
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Desde el Canto IX viene el remate del libro con buen ritmo y protesta “El hermano desapareció con los alzados sobre el viento” (p.37). Túpac Amaru nos reveló el verdadero/ rostro del Coricancha cuando lo apresaron/Su pecho sangrante de luz/revivió colmillos de pumas/y ondulaciones de serpiente (p.39). En el Canto X, vienen los nuevos caballos de los conquistadores, caballos de parada, caballos de invasión, e ironiza: “Los caballos no eran fuertes/los caballos no eran ágiles/solo fuentes de locomoción/pequeños tranvías que embisten esteras y cartones” (p.43). “Los españoles no vinieron a negociar/ Impusieron sus barbas y bacterias” (p.51). El poeta al final muestra su posición de clase: “a tratar de desbaratar el castillo de esteras del capitalismo/ Oh, psicología de entrebares/ Psicología laboral, eterna alcahueta del liberalismo” (p.52). El matarife (capitalismo-liberalismo) es el actual sistema inhumano que insiste en someter al buey (pueblo-resistencia). La poesía de Olivares va a la yugular, como lo anunciamos en “La vestimenta de los días” (2009), es ya voz potente en nuestro parnaso. Leámoslo.
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