Su amor por los libros, que reconoce orgullosa, marca la vida de Irene Vallejo, escritora española y doctora en Filología, quien sigue celebrando el éxito de “El infinito en un junco” con la edición gráfica de su premiado ensayo, en una versión revisada y aumentada. “Nunca lo pensé, ni por lo más remoto”, dice Vallejo a Correo sobre la trascendencia de “El infinito en un junco”. “Para mí ha sido una inmensa sorpresa, de hecho yo escribí el ensayo con muy pocas esperanzas de algún suceso editorial, no solo por el tema, yo ya había publicado antes varios libros pero siempre desde una dimensión muy local. Vivir de la literatura me obligaba a subsistir en condiciones bastante precarias”, afirma la escritora que visitó Lima, y Arequipa como figura principal del Hay Festival 2024.
Muchas veces es mejor escribir sin pretensiones de un éxito editorial.
Hay escritores que intuyen que su libro va a ser un gran éxito y lo cumplen, eso lo respeto, pero yo, desde luego, no pertenezco a ese grupo, yo lo escribí en unas condiciones personales muy difíciles. Acababa de nacer mi hijo Pedro, y estaba ingresado en un hospital en una situación muy difícil, entonces pensé que la dedicación literaria, mi sueño de ser escritora se terminaba con el nacimiento de este hijo, pero decidí escribir “El Infinito en un junco”.
¿Cuánto tiempo te tomó escribirlo? En realidad, ya había estudiado durante una década en la universidad la historia de los libros y de la lectura, pero abandoné la universidad para dedicarme al periodismo y la literatura. Cuando sucedió el nacimiento de mi hijo me di cuenta de que necesitaba escribir por motivos terapéuticos, me hacía estar más fuerte para ocuparme de él y cuidarlo, vi que todos los días quería dedicar unas horas a escribir. Recordé mi tesis doctoral sobre estos temas y todos mis años de investigación, y dije: bueno quizás sea el libro que necesito escribir.
La idea también era escribir un ensayo no solo para especialistas del tema.
Eso ya lo había hecho, mi tesis sí era un libro completamente académico, pero yo era consciente que solo estaba destinado a especialistas, y sin embargo ,mientras preparaba esos trabajos, yo sentía que me ponía en contacto con historias que eran emocionantes y profundamente humanas; pensaba que no solo a los especialistas, a cualquier persona que ame los libros le puede interesar.
“El infinito en un junco” es una defensa del libro en estos tiempos, para reivindicarlos en su valor y vigencia. Yo quisiera que quienes me lean, cuando tengan un libro entre las manos, sean conscientes de todo el trayecto histórico que hay detrás de ese objeto, todas las luchas, las persecuciones, las aventuras, los crímenes, las búsquedas, y sobre todo por encima de lo demás; esa historia épica de la democratización del saber. Lo que nos ha costado sacar los libros de los palacios, de los aristócratas, de las escuelas sacerdotales, de los reyes y de los emperadores, y llevarlos a la gente, hacer que sean una posesión de todos, que la memoria nos pertenezca, que no se borre nuestro pasado, nuestras tradiciones.
Tenías claro lo que buscabas con tu ensayo. Mi objetivo era, a través de esta especie de tapiz de historias, que la gente entienda todo lo que tanta gente ha sacrificado, ha disfrutado, ha viajado, ha inventado, ha discurrido, ha sentido, ha vivido, ha luchado, para que los libros existan como existen hoy. Es una invitación también para quien lee se sienta parte de esa aventura, porque a los libros hay que seguir salvándolos hoy en día.
La versión gráfica de “El infinito en un junco” la trabajaste con el ilustrador Tyto Alba, ¿cómo fue el proceso? Le di mucha libertad, porque creo que cuando se trabaja con otro creador hay que permitirle que tome sus decisiones, que levante su propio universo visual y creativo sin demasiadas cortapisas. En la medida que él lo deseaba me iba enviando los avances de los dibujos y yo le iba dando ánimo, y bueno, también hacía alguna sugerencia o propuesta.
¿De quién fue la idea para que un ensayo se adapte gráficamente? A decir verdad, fue mía, porque no es habitual que los ensayos se conviertan en comics, entonces, se me ocurrió plantear a la editorial si veían posible adaptar El infinito en un junco y les propuse el nombre de Tyto Alba. Había visto cómics suyos anteriores, y me había gustado mucho como trabaja el aspecto artesanal del dibujo, que es una acuarela hecha sobre papel.
¿Cómo hacer para que los niños, nativos digitales, se acerquen a los libros y dejen por un momento los juegos interactivos?
Lo primero es no resignarse de entrada, pues parece que lo damos por causa perdida. Nunca renunciar, nunca pensar que la gente no quiere libros. no quiere historias nii conocimiento. En particular con los niños, creo que es importante y muy valioso como proceso de entrada a la lectura contarles historias antes de dormir. Es imposible no encontrar a un niño abierto a una historia.
¿Qué le dirías a alguien que quiere escribir un libro pero no se anima, hasta por miedo e inseguridad? Yo diría que miedo tenemos siempre, yo incluso con todos los libros que ya he escrito, cuando me enfrento a escribir uno nuevo, siempre vuelvo a sentir el miedo, el vértigo, el desconcierto, la inseguridad, pero la realidad es que durante el proyecto aprendes mucho sobre el mundo y sobre ti mismo. Escribir es una herramienta de expresión, de experimentación y creo que también de alegría, pues es eso lo que ha significado para mí, además me cambió la vida. Si yo hubiera decidido abandonar “El infinito en un junco” antes de terminarlo, nunca hubiera sabido lo que me esperaba, estaba tan cerca a que se cumpliera mi sueño y ni lo sospechaba remotamente.