En las páginas de Sustitución, Jack Martínez presenta la historia de Jesé, un joven biomédico que recuerda cómo su padre, tras enrolarse al Ejército norteamericano, deja La Oroya para vivir en Estados Unidos. Su progenitor recibe los beneficios económicos después la guerra, pero termina mutilado y con una vida distinta a la prometida tras dejar la pobreza.
Lo inusual que hace Sustitución es pasarse de Lima...
Totalmente. Eso fue adrede, fue a propósito, porque el 99% tal vez más de la literatura peruana pasa por Lima. Incluso la literatura escrita por gente de provincia pasa por Lima. Traté de alguna manera retarme a mí mismo, y hacer que Lima sea casi una ciudad fantasma y saltar de los andes a estados unidos. Me acuerdo cuando estaba en el colegio y hablaban del indigenismo: ni bien aparecía la palabra indigenismo la gente decía ‘ah, qué sueño’, ‘ah, qué aburrido’. Pero hay autores, como Manuel Scorza, que tomaron el tema de los andes, y que es uno de mis referentes para este libro, y cuando tú lo lees no tiene nada que envidiarle a una literatura que hable de París o Nueva York.
En la novela hay una historia familiar, que es evidente, pero por debajo hay otras historias que se van uniendo, como mencionaba Ricardo Piglia. ¿Cómo trabajaste estos temas, como la pobreza, la guerra, la inmigración, para que no queden en lo superficial?
Te agradezco la pregunta, porque lo más fácil al leer un libro como este es ver que hay un padre y que hay un hijo y encasillarlo inmediatamente en las novelas sobre el padre, que es muy de moda en la cuestión editorial, y que inmediatamente se reduce todo a eso. Lo que yo quería hacer es exactamente lo que estás diciendo: reflexionar sobre diferentes temas. Pero el reto -ya que me preguntas sobre qué es lo más difícil o como lo hice- el reto era hacer una novela que abarque muchos temas pero que al mismo tiempo sea una novela breve y escrita de manera directa, concisa. Porque Piglia, por ejemplo, desarrolla en 300 350 páginas. Si vas a utilizar varios temas tienes que desarrollar normalmente. Yo quería proponerme en ese sentido hacer algo distinto, abordar muchos temas e intentar hacerlo en pocas páginas, y no por ello que se quede en lo ligero. Trato de que sea un poco profundo ya luego los lectores dirán si eso se logra o no, pero es lo que he intentado. Y el tema de la pobreza específicamente es algo que me interesa mucho porque es una condición económica que sí atraviesa absolutamente, pasa por encima de lo cultural. Es decir, hablo de la pobreza en los andes pero puedo hablar de la pobreza en Estados Unidos, de los inmigrante que llegan sin nada en Estados Unidos o de la pobreza en Lima: de las barriadas, de los cerros. La cuestión económica me interesa mucho porque afecta al ser humano en cualquier país, en cualquier situación cultural. Hablas quechua, hablas español o hablas inglés o hablas francés. Me interesa en ese sentido poner énfasis en eso.
En cuanto a la inmigración, el libro menciona un documental acerca de “La Bestia”. Es un tema que parece oculto, que no se habla mucho.
Todo está dicho, pero trato de decir lo que no está dicho, hay cosas que en el foco del mundo se asienta más y eso entra en el imaginario de la gente. Si yo hablo de temas de fronteras en América y de inmigración, inmediatamente todos nos vamos a la frontera Estados Unidos. México y todos pensamos en la frontera que Trump quiere construir. Nadie o casi nadie se pone a pensar en la otra parte. Para entrar a México, digamos los países que están al sur de México, tiene que pasar por una serie de peripecias, tal vez más peligrosas y mayores, que la otra frontera a donde ellos están apuntando. Y sí, he tratado otra vez de enfocarme sobre lo que normalmente no se dice: este paso de Estados Unidos a través México. México en sí se vuelve un país muy opresor, abusador, asesino, tal vez tanto o igual que Estados Unidos con México. Entonces, todas estas cuestiones se van replicando.
La carrera armamentista en Estados Unidos todavía es un tema latente.
Es latente y muy actual. Si en ese tiempo ofrecían ciudadanía, ahora, y es además de dominio público, piden soldados para ir a Irak y creo que les están dando dos o cuatro mil dólares mensuales. Una barbaridad de dinero para alguien pobre, que tiene esa oferta y dice voy a arriesgar mi vida y lo voy a hacer. Se habla de eso, pero no de los traumas que van a dejar al irte. Yo entrevisté a muchos veteranos de guerra, en Estados Unidos, que, a diferencia de aquí, hay mucho respaldo económico para ellos. Tienen muchas instituciones que ven por su cuestión psicológica, personal. Entonces, entrevisté a muchos, sobre todo latinoamericanos, la mayoría de ellos puertorriqueños, para ver un poco qué te dejaba la guerra y qué pasa después. Porque suena muy bonito: voy a ir y después de dos años voy a tener 40 mil dólares en mi cuenta, yo que gano mil y 800 soles mensuales, eso arregla mi vida y la de mis hijos. ¿Pero eso en verdad arregla la vida? El libro propone eso: ¿en realidad lo hace? ¿Escapar de la pobreza es realmente posible? Roberto Bolaño decía, en El Ojo Silva, de la violencia no se escapa, no se escapa nunca, a pesar de que su personaje se va a otros países. Y yo lo que quería proponer era que de la pobreza no se escapa a pesar de que puedas tener dinero. La pobrez, de alguna manera, se enquista psicológicamente en la persona y nunca te va a soltar, nunca te va a dejar escapar del todo. El padre de mi personaje tiene dinero, pero eso no lo ha liberado, no lo ha hecho feliz. Ha tenido que cometer sacrificios y hacer una serie de cosas, y siempre está relegado a este pasado de miseria. Y finalmente su mismo hijo también termina arrastrado por esto.
Se siente el amor del protagonista con su padre, pero al final, esta es una lectura personal, se limpia del fantasma de su padre. ¿Lo ves así?
Yo diría intento de limpiarse y librarse. No diría que sí, pero tampoco que no. Tu lectura me parece válida. A pesar del final, no sabemos lo que después va a ocurrir. Entonces, no sabemos si ese tratar de limpiarse, liberarse del pasado, será efectivo o no. Al menos el intento está. Al final voy a escuchar a mi padre, qué sucedió, y vamos a ver si puedo comenzar una nueva vida. La pregunta: ¿realmente va a poder hacerlo o no? Pero eso algo que va a quedar abierto. Cada lector tejerá la continuación.
Pensando en el personaje-narrador, ¿para ti escribir también es una manera de limpieza?
Probablemente, pero la verdad no me gusta pensar la escritura de esa forma. No solo porque todo el mundo lo dice, sino porque no lo siento tanto así. Yo creo que la liberación pasa por muchas cosas y medios. La escritura es uno de esos medios pero no el único. Ahora se han desarrollado tantas disciplinas para eso. Está el psicoanálisis. Yo estudié psicoanálisis en la universidad. Estudié un par de años Psicología. Entonces, a veces me da un poco de risa y digo ‘si quieres liberarte, anda al psicólogo o al psicoanalista y habla de eso’. Pero esta ida es personal. No estoy en contra de los que lo hacen para liberarse de sus demonios. A mí me interesa más la escritura como objeto de arte. Es decir, cómo hago para que una historia llegue a tener un estatus estético, de arte, de objeto artístico. Cómo hago para que mi escritura se diferencie de alguien que puede contarme la misma historia, pero de una forma distinta. Porque tú después de leer el libro puedes contar esa historia a alguien más, pero no va a ser la misma forma. Creo que se ha dejado de prestar atención a la literatura como un objeto de arte. Porque yo puedo entrevistar a los soldados de guerra y publicar un libro de reportajes, que tal vez haga en el futuro y me parece genial. Pero eso es un discurso y la literatura es otro. Para mí el goce -no estoy a favor cuando dicen que sufrimiento para liberarse- es convertir una historia en objeto de arte. Y al mismo tiempo no dejar de lado el contenido. La historia es lo primero, pero debe tener la forma literaria. Entonces, por ahí va mi deseo por escribir y mis ganas de seguir creando. Hay un goce en crear mundos, en construir un universo que puedas compartirlo con los lectores y que esté atravesado por cuestiones que vas a encontrar en la realidad: en otras formas, pero está pasando. Me interesa que la novela entre como una estructura dentro de la estructura global de nuestra realidad. Y que tenga poros que permitan al lector hacer diálogos entre lo que está adentro y afuera. Algo muy pigliano (risas).
Además de Piglia, hay algo de Reynoso en lo que mencionas: belleza, goce, palabra estética. Hablando de Oswaldo Reynoso, ¿corriges mucho?
Sí, corrijo mucho. Es una de las razones por la que prefiero la novela breve. Este libro, por ejemplo, lo puedo corregir diez veces.
¿Escribes en español o inglés?
Escribo en español. Yo estuve aquí hasta lo 26 años. El español es mi lengua materna.
La pregunta iba porque encontré muchos “había” en el libro. Recuerdo que cuando leía las novelas traducidas del inglés notaba el exceso de “había”.
Esa pregunta es interesante porque hay estructuras del inglés. Eso ha sido totalmente inconsciente. Yo no me doy cuenta. Yo sigo hablando, supuestamente, igual cuando me fui. Pero a veces, cuando escuchaba una entrevista que me hacían en Lee por gusto, yo dije ‘lo que pasaba es que yo estaba curioso por tal cosa’. Escuchando la entrevista me dije: ‘I was curious?’. Esa es una expresión que yo no usaba diez años antes. Yo creo que podrías encontrar estructuras del inglés ahí. Además, es complicado para escribir. Pero yo no me doy cuenta que me estoy complicando, que mi escritura está siendo afectada por un idioma. En el momento que estoy escribiendo lo hago en español. Pero sí, en la cuestión sintáctica y escritural, sí.
Si bien la novela cuenta mucho sobre el padre, no lo hace igual con la figura de la madre. ¿Fue intencional que ella solo sea una formar de engranar todo el personaje del padre o porque no quisiste ahondar para que la novela no tenga 300 páginas?
Yo diría las dos cosas. Porque si pensamos en una novela más tradicional, si hubiera sido un seguidor del boom latinoamericano o si sería vargasllosiano, probablemente desarrollaría las figuras de todos los personajes aparantemente principales en la novela. Para responderte fácil: son las dos cosas. Por un lado es eso: no quiero extenderme demasiado. Sé que corro riesgos. Sé que muchos lectores están acostumbrados a un desarrollo amplio y lo respeto, pero al mismo tiempo quiero correr ese riesgo. Y, por otra parte, la historia realmente que yo quería contar es la del padre en La Oroya. Entonces, para construir esa historia yo quería un personaje mediador entre esta historia y el lector. Siempre me gusta construir un mediador. En la novela anterior había una serie de cartas, a través de las cuales tú podías acceder a la historia que yo estaba contando. Aquí es el hijo. A través del hijo, el lector llega a la historia del padre, que es lo que realmente quiero contar. A partir de ahí, construyo una especie de estructura con personajes que giran alrededor de esa historia. El hijo es el primero en la fila de esa estructura que está alrededor, pero luego ya vienen otros personajes como el caso de la madre. Y, de alguna manera, es una especie de personaje complementario dentro de la trama. No quiero que se robe el protagonismo ni que quede como una más, sino que haya una historia fuerte, potente, que el lector diga qué más pasa, qué está sucediendo. Yo quiero que en la novela haya algunas caras del personaje se muestren y otras queden ocultas. Pero la del principal sí trato de desarrollar.
El profesor Wiston Orrillo decía que leer un libro de más de 300 páginas era obsceno. Nadie lee un libro así.
Si nos ponemos desde el punto de vista del lector, no es que nadie lee sino quién puede leer un libro de 300 páginas, más allá de quién puede comprarlo. ¿Quién puede tener el tiempo de lectura?, sobre todo cuando tienes Netflix, ni qué decir del cine. A pesar de que muchos no estén de acuerdo, a mí me interesa el lector ocupado. No me interesa el lector desocupado. O sea, sí me interesa, porque son la mayoría que va a ir a las librerías a comprar este libro. Pero me interesa mucho más que alguien se anime a leer el libro, lo vea y no se espante. Que lea las primeras líneas y no se espante porque creo que no escribo difícil. Trato de que la historia fluya. Por ahí va la apuesta de que sea breve.
¿No perseguirías la idea de Bolaño de escribir la novela total, como en 2666 por ejemplo?
Defenitivamente no. Tal vez no me estarías entrevistando (risas). De repente no estaríamos discutiendo todos los temas que propone la novela tal vez si la novela tuviera 300 páginas. Tal vez sí o no. No lo sé. Al menos no ahondaríamos tanto en cada tema. Si acá meto 10 temas, en una novela de 300 páginas metería 30 o 40. ¿Quién la leería? No sé. Yo estoy muy interesado que la gente tome el libro como agarra una serie de televisión y se enganche y la pase bien. Una buena serie profunda pero fácil de ver. A mí interesa eso.
¿Qué viene luego de Sustitución?
Viene una novela casi por obligación. Es decir, siento que debería cerrar un ciclo. En la novela anterior, un personaje termina deambulando por las calles marginales de Lima y se dedica a pintar ataúdes para las víctimas de los sicarios en las barriadas de algún lugar de la ciudad. Y aquí hablo de La Oroya y el margen. El protagonista ni siquiera es hijo de uno de los obreros de La Oroya, es un individuo al margen de todo eso. Me gusta pensar en la trilogía del margen, para volver sobre un escenario que dialogue entre el margen y el centro. A mí es eso lo que me interesa. No solo hablar del mundo marginal, sino cómo podemos en diálogo el margen con el centro. Aquí meto al mismo tiempo Chicago y La Oroya. Quiero cerrar esto con una novela también breve, rápida. Esos tres libros como una propuesta.
CIFRAS
131 páginas tiene Sustitución (Cruz del Sur, Emecé).
3 años han pasado del lanzamiento de su novela Bajo la sombra.
34 años tiene el escritor peruano. Nació en La Oroya en 1983.
PERFIL
Jack Martínez
Escritor
Estudió Literatura Hispanoamericana en San Marcos. Es candidato para doctor en la Universidad de Northweten, en Illinois, Estados Unidos.