En la primera página de “Navajas en el paladar” (1995), Jorge Eslava cuenta: “Yo era el ‘profesor Misterio’ para ellos, testigo del laburo bajo el sol a forro del verano de una Ciudad de Lima de fin de siglo cada vez más sucia, fascinante y escandalosa”.
Apasionado por la lectura y la docencia, este escritor y poeta limeño que ha publicado más de 100 textos en diferentes géneros siempre se sintió comprometido con los niños y jóvenes. Está convencido de que debe continuar ofreciendo textos actuales, novedosos y con un toque de irreverencia para ser un profesor diferente, “muy cercano a los estudiantes” y alejado de las autoridades, pues es “mejor”. Esta noche le otorgarán el Premio Casa de la Literatura Peruana 2022 por su trayectoria como poeta, escritor, editor e investigador. También se le reconoce por su labor de docente, ya que durante 45 años se ha dedicado a la enseñanza. En este entrevista con Correo habla sobre su faceta como maestro.
¿Por qué se asume que los peruanos leemos cada vez menos?
Nunca hemos sido una sociedad lectora y esa es la gran estafa de los adultos, presumir ante los chicos que antes se leía más. Vivimos sumidos en una cultura sumamente precaria y una manifestación de esa cultura es la poca lectura.
¿Qué nos falta para leer más?
Una gran revuelta como la de mayo de 1968 en París (protestas estudiantiles, universitarias y sindicales). En su defecto, para evitar tormentas, una gran cruzada con participación de todas las fuerzas sociales y civiles. La finalidad de ello es supervisar y cuidar nuestro sistema educativo, orientar, volver a humanizar las escuelas y descascarar tanto trabajo burocrático que hacen los profesores.
¿Qué necesitan los maestros?
Siempre recuerdo un verso de Washington Delgado: “Tengo una habitación donde cultivo mi alma”, y eso supone ir al cine, ver teatro, escuchar narraciones de cuentos y visitar ferias del libro. Los maestros están privados de estas actividades porque no hay tiempo ni ganas.
Con respecto a la literatura infantil ¿Cómo despertó su interés en el género?
Primero mi experiencia como niño lector y luego el ser un joven profesor dispuesto a ser diferente. Descubrí muy pronto que el sistema educativo peruano se divorció de la realidad, ahora más que nunca. En mi afán de ofrecer nuevas experiencias a mis alumnos me vuelvo un entusiasta lector de literatura infantil y ese interés crece cuando viajo al extranjero.
¿Qué descubrió en el extranjero?
Viajo a España a mediados de los años 80 y, todas las tardes, junto a mi entrañable amigo Eduardo Chirinos, teníamos larguísimos periplos visitando librerías donde era sorprendente ver anaqueles destinados para el público infantil y juvenil, una imagen inimaginable en Lima para ese entonces.
¿Por qué no había aquí una demanda en ese género?
Hay una especie de temor por acercarse a algunos temas. Acá se ha convertido en un deporte el terruqueo. Si tocas un tema delicado, ya eres un terruco o, en el mejor de los casos, un caviar.
¿Qué ha hecho en esos casos?
En la medida de lo posible y pese que a veces he recibido censura o rechazo de las editoriales, he procurado arañar esa epidermis de literatura con pasatiempo y diversión, pero ese tipo de narrativa también tiene otras funciones. Tiene una misión muy sutil por formar conciencias.
¿Es difícil escribir para niños?
Estoy persuadido a pensar que es más difícil escribir para niños porque la persona que se sienta a escribir para niños ya dejo de ser un niño. Sin embargo, todo escritor busca una suerte de magnetismo que imante al lector y lo compromete con su texto.
De niño, ¿cuál era su género favorito?
Uno no establece género cuando es pequeño. La literatura llega a través de la canción, de las rondas infantiles y los relatos. Pero la historieta es uno de los géneros que reivindico muchísimo porque yo tardé para leer clásicos como Madame Bovary o El Quijote. Empecé leyendo a Julio Verne y Emilio Salgari.
Acaba de publicar “Gimnasium”, su regreso a la poesía.
El año pasado, tuve una complicación severa en la vista que derivó en un desprendimiento de retina. Estuve alejado del deporte y tenía mucha rabia de no poder escribir. A la vez, tenía mucha ilusión de luego leer sobre esa rabia que sentía. Entonces, en un lapso muy breve, escribí “Gimnasium”. Estoy muy satisfecho con ese librito.
¿Cuáles son sus intereses ahora?
Me interesa mucho la narrativa de ficción y el ensayo. Los trabajos que he hecho están destinados a los docentes y por ahí va mi contribución que podrá ser, pretenciosamente, un legado al magisterio.
¿Nos esperan nuevas publicaciones suyas?
Ahora estoy escribiendo un libro para desarrollar la lectura, el trabajo recreativo y la escritura de ficción dentro de la escuela.