Desde cuando me enteré que el extenso desierto entre Paiján y San Pedro de Lloc había sido, hace miles de años, una zona boscosa donde habitó el “Hombre de Paiján” o “Paijanense” (12,000 a.C.), siempre abrigué la esperanza de conocerlo, explorarlo y recorrerlo.
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¡Hasta que se dio la oportunidad! Gracias a la invitación del alcalde de Paiján, Richard Zavaleta, y guiados por el arqueólogo que mejor conoce el sitio, Jaime Deza Rivasplata, una mañana de verano, bajo un intenso sol, ingresamos al extenso arenal de 56,200 hectáreas.
Esa árida zona fue habitada por el hombre paleolítico, el nómade más antiguo de la costa peruana. Antiguamente, fue un territorio de una boscosa y nutrida flora gracias a los nueve ríos colectores que lo recorrían. Además, albergó una megafauna cuya cacería le permitió sobrevivir a aquel hombre de la “edad de piedra”.
La cacería tuvo un rol fundamental para este hombre errante, lo que implicó que domine el territorito y elabore instrumentos de piedra para cazar, pues era el único material que conocía. Elaboraron hasta quince tipos de puntas de flechas y de lanzas, también artefactos cortantes como cuchillas y raederas de piedra riolita a la que con mucha paciencia les daban formas puntiagudas y filosas en los “talleres” que se ubicaban a las orillas de los ríos y cerca de las canteras.
Jaime Deza nos informa que las catorce microcuencas de la zona, cuyos ríos tuvieron agua permanente debido a las lluvias continuas, estuvieron conectadas a través de abras y fueron transitadas por grupos humanos que nos han dejado los artefactos líticos de caza que apreciamos sobre las arenas del desierto.
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Mientras otros grupos humanos en el país se albergaron en las cuevas o los abrigos rocosos de los Andes, nuestros ancestros se desarrollaron sobre una gran llanura fértil, de mucha pesca y cacería. Lamentablemente, el litoral costero se desertificó gradualmente por los fenómenos naturales.
Este extenso valle fósil posee un potencial recurso turístico de jerarquía mundial, pues no conozco que en el orbe haya algún resto arqueológico lítico de una extensión de 560 km2 –¡56,200 veces la Plaza Mayor de Trujillo!– y al que visitamos para evaluar su puesta en valor turístico de lo que sería el “Parque paleolítico Paiján-Cupisnique”, primero y único en el Perú.
Esta interesante propuesta obliga a unir los esfuerzos de las municipalidades que comparten la posesión territorial de tan interesante lugar, Paiján, San Pedro de Lloc y Casa Grande, con la finalidad de agilizar la implementación del Parque Paleolítico y recibir los beneficios que trae el turismo para las comunidades receptoras.
Ya en mi hogar, viendo los restos líticos que traje, puntas, núcleos y lascas, siento que no son piedras; son …el mensaje del desierto.