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Las melodías de La sinfonía de la destrucción (Planeta, 2017) son un homenaje a un mundo que, a pesar de estar cercado por la delincuencia, la corrupción, el odio y el fracaso, encuentra la forma de vivir gozando sobre los escombros y la desolación.

En esta entrevista, el novelista Pedro Novoa reflexiona sobre las historias que cuenta desde los bajos mundos, sin caer en el “malditismo”, y nos adelanta algunos detalles de su nuevo libro.

¿Concibes la escritura como el escritor animalizado al inicio de tu novela?

Cuando leemos o escribimos, siempre hay un personaje que tiene una conexión contigo. El personaje que mencionas está debajo de la cama, jodido, angustiado, ha engordado más de la cuenta, apesta: está reventado. A pesar de eso, quiere escribir. Y dice algo que me parece que es una metáfora de lo que también soy: basta que alguien te lea, una sola persona, para que haya valido la pena cualquier esfuerzo literario.

¿Contar historias desde la calle, la prostitución y la corrupción se ve poco en la literatura de ahora?

No hay que negarlo, como a veces hay literaturas que consienten no ver lo que está pasando. La novela está pensada para que, además de los personajes, el lector busque una transformación ética en el sentido de ver la podredumbre tanto moral como social, hasta política, dentro de los diferentes especímenes de la novela, que es una fauna. Y que capture lo peor para que precisamente le ayude a ser mejor persona, si se ve desde ese punto.

En la novela, hay referencias a autoridades y figuras de la televisión. ¿Un escritor debe tener ese atrevimiento de narrar con estos elementos?

Tiene que acercarse a esas zonas oscuras para tratar de que sean denuncias literarias o puntas de icebergs de otras cosas que se esconden. Alguien podría tomarlo de manera personal, pero en realidad no es tanto así. Así como hay un alcalde que en la ficción es corrupto o demasiado arribista, hay muchos que son así. Lo que trato de criticar no es tanto a las personas, sino a la conducta que hace mucho mal a la sociedad.

La idea de destrucción en tu libro me recuerda al cuento Animales hasta en la sopa, de Charles Bukowski...

Además de ser literario, aunque algunos le quieren quitar ese mérito, Bukowski es muy vivencial y cuenta con esa conjunción con la alcantarilla, la calle, que muchos escritores no lo tienen. Es una cuestión de auscultar esos bajos fondos para reflexionar sobre la condición humana. Hay mucho de bukowskiano, onettiano, vargasllosiano y sobre todo de Oswaldo Reynoso, quien, por ejemplo, encuentra música, belleza a la jerga y un sabor especial al ruido urbano.

Llevar la literatura a esos lugares te permite ver sin reticencia, como me ha sucedido, por ejemplo, al observar a dos parejas ebrias bailando frente a una rocola, disfrutando…

La gente suele decir “esta gente sobrevive”. Para mí no es así. Así como has visto a esa gente gozando, hay personas que miran a los tipos botados en la calle en su destrucción aparente y dicen “están sobreviviendo”. Yo me río cuando lo dicen. ¿Sobreviviendo? A ver, entra en su mundo. Ellos reinan. Estos patas, dentro de ese ambiente marginal, logran esa famosa carnavalización de todo, el hecho de revertirlo todo, de que toda una demolición sea su reino. Son gozadores; lo tengo bien claro. Y a veces son más felices que muchos de los que se piensa que están viviendo mejor.

¿Cómo fue el proceso de reescritura de la novela hasta su publicación?

Fue fuerte, porque la novela era más gruesa: tendría como 400 páginas. Esta edición, durante tanto tiempo, le hizo bien, porque mi editor, Víctor Ruiz, me dijo: “Todo está bien; ahora lo que necesito es que te achores más”. Yo estaba con mucha timidez, pero me dio licencia para matar. Y fui al Rímac con grabadora en mano para escuchar cierta textura en la oralidad. Sin embargo, no quería caer en la apología o el “malditismo”. No es celebración sino una exposición de lo que le sucede a los personajes. El narrador no emite opinión moral: ni para celebrar ni para sancionar. El lector sacará su conclusión de lo que está sucediendo y si es que le sirve para él, bien. Pero no creo que lo pueda pervertir porque la realidad es más perversa.

¿Ya estás trabajando en un nuevo libro?

Sí, en un libro acerca de la política que se implanta con PPK: la recompensa y el precio que les ponen a los ladronzuelos o criminales. Mi novela habla sobre un cazarrecompensa. A mí me lo ofrecieron. Me dijeron: “¿Quieres ganarte dos millones de soles? Es para capturar a dos terrucos en el VRAEM”. Se lo consulté a mi mujer y se molestó. Al día siguiente, salió que atraparon a alguien que hizo eso y que lo habían despedazado. Ahí dije que para mí la aventura ya había acabado. Y esa posibilidad la he vuelto una novela. Estoy tratando de corregirla, amoldarla y supongo que en un año ya estará corregida, porque ya está escrita.

CIFRA

4 novelas ha publicado el escritor, además de poemarios y libros de cuentos.

PERFIL

Pedro Novoa

Escritor (43)

Estudió Lengua y Literatura en la Universidad Nacional Federico Villarreal. Ganó varios certámenes literarios, entre ellos el Premio Internacional de Novela Corta Mario Vargas Llosa por su libro Maestra vida. Actualmente es docente en la Universidad César Vallejo.

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