Marina Bustamante: "Mi primer taller lo puse en la sala de un vecino”"
Marina Bustamante: "Mi primer taller lo puse en la sala de un vecino”"

Cuando era niña, Marina Bustamante visitó la casa de su abuelo fallecido, y un olor fuerte y desconocido llamó su atención. Venía de un pozo donde él curtía. “"Ese aroma quedó impregnado en mi memoria"”, recuerda la hoy dueña de Renzo Costa, empresa que confecciona artículos y prendas con el material que un día la conquistó. Ahí comenzó su historia como emprendedora.

¿Desde cuándo empezó a trabajar?

Siempre me gustó los negocios. Empecé en un callejón de Barrios Altos donde vivía antes. Compré dos máquinas usadas y una mesa. Mi primer taller lo puse en la sala de un vecino. Me la alquiló y comencé hacer mis propias confecciones como carteras y correas.

¿Qué recuerda de esos inicios?

Mi padre se oponía a que trabaje. Por él estudié sicología en San Marcos. Iba a elegir sociología, pero no me dejó. “Vas a volverte comunista”, me dijo. Durante la carrera yo seguí trabajando y se lo oculté a mi padre por tres años. Cuando vio que me iba bien se sintió orgulloso.

¿Cómo hizo para hacer crecer su negocio?

Había una moda de los hippies. Al inicio vendía buenas correas, pero luego supe que no tenían para comprar mis productos. Así que fui a un local grande y compré una cartera de lujo. La desarmé en mi taller y vi su estilo. Comencé entonces a hacer carteras para un público con un mayor poder adquisitivo.

¿Y cuándo llega el ascenso?

Me iba a locales grandes que compraban mis carteras. Así conocí a una señora que tenía su zapatería y me dio una fuerte suma para que le haga sus pedidos. Le dije si podía mejor comprar dos máquinas para producir más y darle la entrega más rápido. La idea le agradó y me aumentó para comprar cuatro máquinas. Con el tiempo, viajé a Buenos Aires, traje casacas para hombre y mujer. Las desarmé acá y con nuestro estilo las adaptamos al cuerpo y la talla que hay en Perú.

¿Empezó como jugando?

Si trabajas en lo que te gusta ya no es trabajo. Es diversión, hasta el día de hoy. Estudié Arte Dramático, estuve en contacto con museos, el teatro. Todo ese mundo me hizo ver que la moda también es arte. Me ayudó a crear un estilo que busca la excelencia de sus productos. Aprendí a formalizarme para vender a grandes locales y obtener préstamos de los bancos. En 1973 creo la marca Renzo Costa con un local en Jirón de la Unión.

¿Qué momentos fuertes le tocó vivir?

Sobrevivimos a la hiperinflación, las colas largas, los apagones, la época del terrorismo. Eso nos hizo más unidos y fuertes con mis trabajadores. Sin embargo, por el año 97-98 con la corriente de El Niño y el cambio de clima, tuvimos una crisis y pensamos vender la empresa. Amortizábamos nuestras deudas, pero ya no teníamos dinero. Con decirte que iban a pagar al banco en bicicleta porque no había para la gasolina.

¿Y cómo salieron de eso?

Un abogado nos aconsejó sacarle todo provecho a nuestra marca. Entonces fuimos a provincias donde hacía frío. En combis y buses. Hacíamos nuestros eventos en los mejores hoteles de cada ciudad, pero nosotros nos hospedábamos en los más modestos. Así ganamos más compradores como en Cusco, Arequipa y más. Salimos bien.

Ahora incluso hacen labor social...

Somos más de 500 trabajadores y 12% son personas sordas. En el penal Ancón II a través del programa “Manos Invencibles” hemos capacitado a 49 internos primarios, quienes hacen confecciones y dan sustento a sus familias. Y pronto también lo haremos en el Pabellón de Mujeres. Son muy agradecidos y retribuirle de esta manera a la sociedad por como me ha ido es el logro y satisfacción más grande que tengo.

También tiene un cuadro del Che Guevara...

Era de izquierda, pero ya no. Algo queda de todas maneras. Pienso que tengo sensibilidad social y quiero retribuir a la sociedad todo lo que pueda.