Está próximo a cumplir 100 años de vida y aunque reconstruyó una ciudad devastada por un terremoto e impulsó silenciosamente otros proyectos, siente que el tiempo ha sido muy corto y ha dejado muy pocas cosas a la ciudad. Don José García - Calderón Bustamante sale al jardín de su casa ubicada en el pasaje Selva Alegre, con una sonrisa dibujada en el rostro se despega del andador que usa para caminar y extiende el brazo para saludar amablemente con un apretón de manos.
Mientras se acomoda, con ayuda de sus asistentes, pide unos lentes oscuros que se coloca para proteger sus ojos que son como el azul del cielo y advierte que la memoria le falla por momentos, pero cuando conversa tiene varios recuerdos intactos.
Las secuelas de una lesión en la cadera producto de una caída, los años y la pandemia lo han refugiado en su casa donde pasa la mayor parte del tiempo. “La vida me ha privado de mi gran costumbre de caminar por la ciudad, pero no de la alegría”, dice don José.
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Por la ciudad
José García - Calderón siempre gustó de recorrer cada rincón de Arequipa, lo hizo desde que era un niño, vivía fascinado por la arquitectura de la ciudad y la campiña. Hijo de la señora Jesús Bustamante de la Fuente y Juan Manuel García Calderón y López de Romaña con quien solía pasear por los campos de cultivo que están en el valle de Chilina.
Hacia el sur, sus pasos lo llevaron muchas veces hasta Huasacache, en Hunter, donde se encuentra La Mansión del Fundador que años después se encargaría de restaurar y rescatarla del olvido, al igual que el Molino Blanco de San Lázaro que está ubicado frente a su casa y que también fue su hogar durante varios años.
Confiesa que no ha podido dejar la costumbre de tomar café ni de visitar sus lugares favoritos. Suele salir tres veces por semana, un chofer lo traslada hasta un local de la calle Santa Catalina para tomar café y los fines de semana a La Mansión donde se reúne con algunos amigos. Es un hombre con vitalidad, recientemente recibió la dosis de refuerzo contra la COVID-19.
García-Calderón fue alumno de los colegios San Francisco en la primaria y La Salle en la secundaria para luego convertirse en estudiante de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA) donde se graduó como abogado, guiado por la tradición familiar.
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Es sobrino nieto de los expresidentes del Perú Francisco García Calderón Landa y Eduardo López de Romaña y Alvizur, ingresó a la política para convertirse primero en concejal y luego en alcalde provincial. A los pocos días de haber asumido el cargo designado por el presidente Manuel Prado Ugarteche, José García-Calderón, cuando los alcaldes no percibían remuneración, tuvo que enfrentar dos tragedias que ocurrieron a la vez.
La tarde del 15 de enero de 1958, se produjo un terremoto de 6,2 grados catalogado como uno de los 8 más fuertes que han sacudido la región entre 1913 y el 2017. Aquel día, también sufrió la irreparable pérdida de su padre quien se encontraba delicado de salud.
“Fueron momentos dramáticos, realmente trágicos por lo que había sucedido”, refiere el exalcalde con los dedos de las manos entrelazadas. Después de dos días de guardar luto y enterrar a su progenitor en medio de una torrencial lluvia, se tuvo que reponer y preparar la reconstrucción de la ciudad impulsando la creación de la Junta de Rehabilitación y Desarrollo de Arequipa.
Arduo trabajo
Convocó a sus amigos para desarrollar la recuperación de la ciudad del desastre que había causado muertos, dejado a familias damnificadas y destruidos los servicios público, como el agua y desagüe que fue una de las tareas titánicas que logró concebir con la colaboración de técnicos extranjeros que por aquel entonces estuvieron trabajando en la captación de agua de un manantial para trasladarla hacia la mina de Toquepala, en Tacna.
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“Los amigos, cuando son verdaderos y tienen los mismos principios que uno tiene, se logra construir algo duradero y de trascendencia. “, reflexiona el exalcalde, quien junto a sus amigos concretó posteriormente otros proyectos, entre ellos educativos.
El mensaje que dio a la ciudadanía tres días después del desastre, y que obra en su memoria de gestión al frente de la municipalidad, es un aliento cívico a los arequipeños. “Es la hora de la conjugación de los esfuerzos, de la acción solidaria, de la recuperación de nuestro pueblo. Arequipa, que supo tantas veces imponerse a adversidades aún mayores, saldrá airosa de este trance, porque sabe convertir el dolor en la satisfacción del triunfo, la dificultad y el obstáculo, en peldaños de progreso y toda circunstancia feliz o aciaga en el comienzo de una nueva etapa de prosperidad espiritual y material. Nos asiste el convencimiento de que el pueblo de Arequipa continuará secundando nuestra acción inspirada en el sagrado deber de servir empeñosa y lealmente”.
Don José evita pronunciarse sobre la situación legal por la que actualmente atraviesan algunas autoridades de la ciudad, esquiva todas las interrogantes que van en ese sentido. Sin embargo, hay una frase que surge en sus diálogos: “Dicen que los hombres somos víctimas de nuestros propios deseos o ambiciones”.
Onomástico
Dentro de tres meses, García- Calderón Bustamante cumplirá 100 años y aunque a estas alturas de su vida se siente un tanto fatigado, piensa que el tiempo vivido ha sido corto, pues le hubiese gustado hacer mucho más por la ciudad donde nació.
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“Modestamente, he dado todo lo que he podido e hice lo posible por ayudar a la ciudad que quiero tanto. Guardo la esperanza de que se puedan solucionar los problemas pendientes”, reflexiona la exautoridad.
Desde un sofá, Ana acompaña a su abuelo, quien la mira y comenta sus logros. “Es una valiosa abogada y luchadora en la vida”, apunta orgulloso García Calderón Bustamante que tiene cuatro hijos, nueve nietos y una biznieta.
¿Qué es lo mejor que se va a llevar de esta vida?, interrogo a Don José, que se ha colocado un pequeño sombrero para evitar el sol del mediodía. Hace una pausa y su semblante cambia: “Mi esposa”, responde con tono melancólico. Teresa Portugal Nicholson, 14 años menor que él, falleció hacia finales de 2019. “Tuve el gran acierto de escoger a mi señora, hemos sido muy felices con ella, ya murió y no pudo acompañarme más de lo que yo hubiera querido, pero tuve una gran suerte, porque uno no puede hacer nada más que empeñarse en la educación. Sin ser ambiciosos ni pensar en fantasías creo que hemos conseguido que todos mis hijos y nietos se hayan logrado”, comenta Don José García-Calderón Bustamante, un caballero.