La región Ayacucho se encuentra consternada por el asesinato a sangre fría de una de sus autoridades provinciales y su esposa. Wilder Manyavilca Silva, alcalde de La Mar, y Dunia Bustios Quispe fallecieron en un ataque cobarde en la carretera del Valle de los Ríos Apurímac y el Mantaro (Vraem), por donde viajó infinidad de veces.
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Dulia Quispe, suegra del alcalde y madre de Dunia, reveló durante el velorio en San Miguel que Wilder Manyavilca ya temía por su vida, seguramente por presuntas amenazas que recibía y cuyos autores solo él conocía.
Antes de este último viaje, Manyavilca le manifestó a su suegra que convenza a su hija (Dunia) de quedarse y no acompañarlo. “Wilder, me dijiste: mamá dile a Dunia que se quede y yo te respondí que tienes que ir con tu esposa, porque tu esposa siempre a estado al lado tuyo”(…) Ahora, te la llevaste Wilder, te llevaste a tu esposa y me dejas a tus hijos… solo te pido que nos bendigas desde arriba y no nos dejes solos”, señaló entre lágrimas y agradeció a todos los presentes por el cariño hacia su yerno y a su hija.
Precisamente, la pareja asesinada en el sector Las Palmas, entre los distritos de San Francisco y Santa Rosa, deja en la orfandad a tres menores de edad, que hasta ayer no sabían que nunca más volverán a ver a sus padres ni escuchar sus voces.
DESPEDIDA
Los féretros, arribaron a las 10:20 minutos a la capital de la Provincia de La Mar, San Miguel, en medio de cientos de personas, amigos y conocidos, quienes querían despedirse por última vez de su alcalde por quien guardaban un gran aprecio. Horas antes, en la madrugada, los restos salieron desde la morgue en Pichari con dirección a San Francisco, donde los velaron hasta el amanecer.
Tras ello, los despidieron y enrumbaron a San Miguel por la misma carretera por donde hace un par de días, llegaron con vida y la emoción de inaugurar una obra más en el distrito de Santa Rosa; pero esta vez, su retorno fue en dos ataúdes.
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Lo sorprendente ocurrió luego, cuando en cada poblado, las personas se acercaban a los féretros de Manyavilca y Dunia, y con flores, dedicaciones y canciones, los despidieron agradeciéndoles el trabajo que realizaron por ellos.
En Machente y Tambo, los recibimientos fueron más numerosos, donde cientos de personas lloraron por esta irreparable pérdida y cargaron en hombros ambos ataúdes para homenajearlos por última vez. En cada lugar, los más humildes entregaron cigarros, hojas de coca para chacchar, velas y la tradicional caña (alcohol), para el velorio, como es costumbre en el Perú.
PESQUISAS
Ya las autoridades identificaron el vehículo que habría participado en este atentado y sería cuestión de horas para la captura de los sicarios, mientras Ayacucho llora la muerte de uno de sus alcaldes y su esposa.