Una roca monumental con forma de sapo, ubicada en la cima de una cumbre, en Sapallanga, se ha convertido en centro de rituales adonde acuden brujos y chamanes para hacer amarres o promover rupturas de pareja.
Esta formación de unos ocho metros de largo por tres de alto, está sobre los 3700 metros sobre el nivel del mar, erigida en una cadena montañosa, a unos 7 kilómetros al oeste del distrito de Sapallanga.
La roca monolítica es conocida por muchos ceremonialistas andinos, que acuden al sitio para realizar cultos con fines preferentemente sentimentales. Juan Paitán, poblador de la zona, refiere que los consejeros espirituales son contratados por creyentes despechados u obsesionados con el sexo opuesto.
En la zona se encuentra con facilidad prendas íntimas de diferente color y tamaño que están esparcidas al pie del peñasco, en los senderos, en matorrales o en hendiduras de los muros montañosos.
El maestro que “conversa” con los cerros
El día que llegamos al punto, Álvaro Paitán, maestro en ceremonias andinas, se ubicó al dorso del sapo y, provisto de un báculo y vestido con poncho y sombrero, impuso sus brazos dirigiéndose a los inmensos llanos fértiles de la zona este.
El rito consiste en ofrendar silencio, poner en blanco la mente, dosificar energías y compenetrarse con la cosmovisión andina.
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Hacia el oeste, la peña está rodeada por un cerco empedrado semidestruido, con características arquitectónicas antiguas. Alrededor existen también huellas de más prácticas ceremoniales, pues hay velas de colores derretidas, coca y vasijas de cerámica. El sitio es un ecosistema rico en vida animal y vegetal.
¿Cómo llegar?
Para llegar al sapo gigante petrificado se toma una carretera que desciende por el anexo de Cocharcas. Motorizados y bicicletas llegan a unos metros de la formación.
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