La historia de Correo tiene fantasmas, mitos, lagunas. Y quizá tenga más interrogantes que certezas, pero de eso están llenas las grandes hazañas. Vayamos por el principio. En junio de 1962, en Tacna, se creó “Sur” el diario que luego pasaría a ser Correo. Ese fue el primer eslabón de la cadena que fundó Luis Banchero Rossi. Luego vino Piura, Huancayo, Arequipa y Lima, en ese orden. En la Incontrastable, la primera edición se imprimió en la cuarta cuadra de la calle Loreto, 100 mil ejemplares, con una rotativa apodada “Doña Huaraca”.
Viejas prácticas
Una versión dice que los linotipistas redactaron 10 cuadernillos, cada uno dedicado a una provincia. Días antes de la salida, a lo largo de la Calle Real habían colgado avisos de tela anunciando la salida de Correo. Era la primera vez que este tipo de campañas se emprendían. Una crónica de José Luis Vega, periodista del primer equipo de redacción, recuerda el júbilo y la alegría de esa primera noche viendo cómo las rotativas soltaban las páginas listas para la venta. Pero también cómo se había equipado la empresa para esa aventura que iniciaban:
“Para la salida de Correo se instalaron la primera rotativa y hasta cinco intertipos, un laboratorio para fotograbados, rauteadora para perfilar clichés, una ludlow para elaborar los titulares de variado puntaje (tamaño) y una amplia mesa de armadura. Las noticias llegaban por teletipo y radioteléfono, superando así las deficiencias de la competencia”, escribe Vega, uno de los que mejor ha registrado la historia de este medio.
Obvio, Correo no era el primer diario de la Incontrastable y menos de Junín. En 1912, según cita Nicolás Matayoshi, se fundó La voz de Huancayo (ubicado en la Calle Real, con una rotoplana y dos teletipos) y antes habían existido “El Mantaro”, “Huancayo Ilustrado”, “El Heraldo”, “El Liberal”, “La Patria”, “El Pueblo”, entre otros. La supervivencia solo le sonrió a Correo, y esto puede obedecer a muchos factores, pero el principal, quizá: la calidad de su plana periodística.
Los cambios inevitables
Su marcha tuvo todo tipo de avatares. Los anales registran la cobertura de la creación de la hidroeléctrica del Mantaro, su apoyo para la construcción del Estadio Huancayo y hasta los tres atentados que sufrieron de parte de Sendero Luminoso y el MRTA. En 1969, de Loreto, la redacción pasó a la calle Cusco donde se entronizaría por largas décadas. En los años 90, como parte de uno de los factores claves para convertirse en el diario con mayor influencia en toda la región central, Correo se innova con la nueva red computarizada y el internet. Hasta antes, el trabajo era artesanal y milimétrico. Vean este breve resumen de José Luis Vega Córdova: “Los periodistas utilizábamos carillas (hojas milimetradas), máquinas de escribir Olympia, se diagramaba en pautas milimetradas, pasando el material a talleres donde el texto se transformaba en lingotes de plomo y se armaban estos en las ramas, sacándose las pruebas para la corrección e impresión final”.
De esa vez han pasado 58 años. De máquinas de escribir se pasó a las computadoras y del teletipo a la inmediatez de las redes sociales. La forma de entender el periodismo ha dado un giro casi deontológico. Su cobertura, su acceso y hasta la forma de leerlo. Correo ha bailado el ritmo que le han tocado sus lectores, ha cantado siempre afinado y cuando le ha tocado tomar aliento para continuar la marcha no ha dudado en hacerlo. Hoy, casi 6 décadas después de su primera impresión, continúa siendo el líder indiscutible de la región central. ¿Por qué? Correo ha mantenido su mística informativa y de entretenimiento. Y hoy busca, en medio de tráfico de las fake news y la competencia por informar primero, ser un espacio noticioso confiable y serio.
La época de pandemia
El universo periodístico está buscando nuevas formas por llegar al lector. De leer por horas en las bancas de los parques hemos pasado a darle breves segundos a los titulares que aparecen en el newsfeed de Facebook o el Twitter. Y ese cambio ha significado reorientar los ángulos noticiosos, la cobertura de ciertos sucesos y las nuevas tendencias y problemas sociales que surgen. La pandemia ha sido uno de los retos que ha puesto a Correo a prueba y lo estamos sabiendo superar. El riesgo y el compromiso con la noticia, es quizá una forma de inmunizarnos.
Los grandes caballeros del matutino
Los directores de Correo han sido, en parte, los cómplices y líderes de ese logro que significa liderar la lectoría y preferencia en la región central del país. Desde 1962 a la fecha han pasado por esa oficina grandes caballeros. Una breve semblanza del año 2002 lo recuerda de esta forma: “Cuando nació Correo, la dirección la ejercía en maestro Raúl Villarán Pasquel, siguiéndole Carlos Hidalgo Pallete quien ejercía como jefe de redacción.
Posteriormente, continuaron en el timón, César Véliz Mendoza, Carlos Ordoñez Berrospi, Nilo Calero Pérez, Teófilo Caso Oré, Luis Santillán Pareja, Carlos Manrique Negrón, Rodolfo Orozco Miranda, Rubén Collazos Romeros, Héctor Mayhuire Rodríguez”, Plinio Esquinarila , Jorge Esteves Alfaro e Iván Slocovich.
Cada uno dribló a su estilo, con su forma y estrategias, en el partido de publicar a diario noticias de interés colectivo. Los resultados de cada uno fueron del provecho del sucesor y eso fue también uno de los secretos para que “el sello rojo” mantuviera la fidelidad de sus lectores.
El año 1962, en la cuarta cuadra del jirón Loreto, Correo empezó su historia. El local era alquilado, propiedad de Manuel Alonso, un connotado vecino huancaíno. Siete años después, en 1969, el matutino pasaría recién a un local propio, en la calle Cusco Nº 337 en el mismo centro de Huancayo. Este espacio fue por años, el histórico reino de la tinta y la primicia.
Los cambios y necesidad de renovación hicieron a que este local, en el año 2014, también quedara solitario. Por un breve tiempo Correo volvió a un local alquilado hasta el año 2019. Desde julio de ese año, el diario del sello rojo se ha instalado en su local propio del jirón Miguel Grau en el distrito de El Tambo.