El lenguaje inclusivo, promovido por la izquierda en toda su magnitud, ha generado un intenso debate en el Perú y el mundo. En teoría, busca eliminar la discriminación de género al modificar algunas palabras y estructuras gramaticales. Sin embargo, en la práctica, crea confusión, dificulta la comunicación entre personas  y degenera nuestro idioma. Eso no es inclusión, es una aberración lingüística. La lengua española ya tiene una estructura inclusiva, rica y compleja que no deber ser alterada.

Además, el lenguaje inclusivo fragmenta la sociedad al polarizar el debate político y social. En lugar de promover un diálogo constructivo y genera consensos, solo produce divisiones innecesarias.

Está claro que la política debería centrarse en resolver problemas reales de los ciudadanos, no en imponer un lenguaje que dificulta la comprensión mutua.

La medida del Congreso de la República para eliminar el lenguaje inclusivo de los textos escolares y en textos del gobierno es un paso valiente en la dirección correcta hacia la preservación de nuestra lengua y cultura. La educación debe ser un espacio donde se promueva el aprendizaje efectivo y la comunicación clara. El lenguaje inclusivo no contribuye a estos objetivos, todo lo contrario, solo genera una distorsión social.

Debemos luchar por proteger nuestra cultura, preservar nuestro idioma tal como lo conocemos y trabajar para erradicar por completo el uso de este lenguaje aberrante que genera división.