Ulises Gutiérrez Llantoy es sin duda uno de los mejores escritores comtemporáneos de las letras peruanas. Sus libros The Cure en Huancayo y Ojos de pez abisal lo evidencian con holgura. En esta entrevista habla de su mundo literario, sus manías y pasiones.
La violencia política es o ha sido un tema recurrente en la literatura peruana. ¿Por qué decidiste volver a abordarla?
Era inevitable. Contar una historia que transcurre en un pueblito huancavelicano, en el Huancayo de los ochentas, la Lima de los noventas, tenía que pasar por la coyuntura de esos convulsos años para ser verosímil. Para alguien que, como yo, vivió en esos lugares, en esas décadas, era inexorable hablar de la violencia porque todos fuimos tocados por ella. En mayor o menor medida, toda mi generación fue tocada por historias de sangre y muerte: imposible no contarlas.
¿Cuánto del Zancudo hay en Ulises Gutiérrez y con ello me refiero qué significó la época del terrorismo para ti?
El narrador tiene que escribir de las cosas que conoce, de lo que tiene a la mano, de lo que ha sido testigo privilegiado. En “Ojos de pez abisal”, me resultaba más sencillo hacer que el Zancudo recorriera los pueblos, las ciudades en que viví, que estudiara en los colegios y las universidades que transité, que viajará lo que yo para no complicarme en la invención de situaciones y locaciones. Muchos de los relatos que están en la novela, de hecho, están basadas en hechos reales; la historia de Nemesio, por ejemplo, la conté tal cual fue. El Zancudo es, en ese sentido, un cronista de lo mismo que vieron mis ojos y escucharon mis oídos.
Ojos de pez Abisal está lleno de música. Incluso hay un soundtrack para leerla ¿Son temas que elegiste al azar o lo hiciste con un estudio o revisión previa?
Nunca estructuré la novela pensando que la música fuera un personaje más. Las canciones fueron aterrizando en el teclado de la laptop conforme la historia avanzaba, conforme el Zancudo y los personajes iban sufriendo sus dramas, viviendo sus vidas, transitando sus mundos. Aterrizaban como quien aterriza en su lugar de destino porque esos años, los años en que transcurre la novela, fueron especialmente musicales, melodiosos, sonoros. No fui consiente del peso que tenían sino hasta que le di a leer el manuscrito de la novela a Christian Solano y me hizo resaltar su importancia. Pásame las canciones de las que hablas, me dijo, muchas nunca las he escuchado en mi vida. Claro, quien podía haber oído a Kawashima Eigo cantando en japonés “Sake, mujeres y lágrimas” o a un ccorpa huancavelicano guitarreando “Chachascay” así nomás. Le grabé un disco con las canciones, se lo regalé y así fue como nació el soundtrack.
Tú has sido alumno del taller de escritura creativa de la PUCP ¿Cuán importantes son los taller de escritura? ¿Hubieras escrito lo que has escrito sin esta herramienta?
Antes de la Escuela de Escritura de la PUCP había escrito algunas cosas. Pero todas eran tonterías, nada rescatable. Recuerdo que el primer cuento que llevé al taller terminó por las patas de los caballos y a la hora de la crítica, prácticamente, me dijeron que a lo mejor había recalado en el curso creyendo que este era un taller para alguien que quería mejorar su ortografía o una cosa así, que mejor me dedicara a la ingeniería nomás. Pero tras los primeros meses, tras entender las técnicas, tomarle práctica, fui comprendiendo que las cosas le ocurren a los que saben contarlas y los cuentos mejoraron ostensiblemente. Ya no era el ingeniero que se equivocó de taller sino el hombre que quería contar algo.
¿Cuáles son tus rutinas de escritura? ¿Tienes hábitos antes, durante o después de la lectura?
Trabajo de ingeniero sanitario de ocho de la mañana a cinco de la tarde, pero luego, cuando comienza la noche, me encierro en el estudio de mi casa a escribir hasta donde la espalda y las musas lo permitan. Si pudiera vivir de la escritura, lo haría; pero, no: en mi caso, el ingeniero mantiene al escritor. Con la lectura si soy más disciplinado: de lunes a viernes leo de siete a ocho de la mañana mientras espero a que timbre el reloj de entrada a la oficina y los fines de semana, hasta que me bote el sillón.
Le sacaste la vuelta a los números por las letras. ¿Te arrepientes de no haber estudiado literatura o alguna carrera afín?
Hay menos contracciones entre los números y las letras de lo que imaginamos. De echo, cuando fui aprendiendo las técnica narrativas me di cuenta que resolver problemas de matemáticas y contar cuentos se parecen muchísimo: ambos tienen un inicio, un nudo y un desenlace; el problema termina resolviendo una ecuación; el cuento, resolviendo el conflicto. En mi caso, las matemáticas son una herramienta más para narrar. ¿Me arrepiento de no haber estudiado Literatura? Me arrepiento de no haber empezado a escribir más joven, diría yo. Sí lo hubiera hecho antes, si lo tomado en serio desde que descubrí a los libros, seguramente tendría más cosas de las que hablar, más historias que contar, las contaría mejor.
¿Qué novela ha marcado tu vida?
Las que me hay enseñado a escribir, las que me han enseñado a soñar. Me vienen a la memoria: País de Jauja, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Los detectives salvajes, La puta de babilonia, Canto de sirena, La maravillosa vida breve de Oscar Wao, La guerra no tiene rostro de mujer y un largo etc.
¿Con qué personaje literario te identificas?
Con Ulises Lima en los Detectives Salvajes, Bart en Los Simpson. En mi próxima vida los seré.