Madres que velan por sus hijos y por nuestra seguridad
Madres que velan por sus hijos y por nuestra seguridad

No hay trabajo más abnegado y de vocación que la labor de una madre, más aún, cuando tienen el compromiso no solo de luchar y velar por sus hijos, sino también por toda una ciudad. Así es el trabajo de las mujeres policías de Ica, quienes diariamente enfrentan al peligro para darle seguridad a la ciudadanía.

Narrando una historia que la convirtió en mujer luchadora, la SOB PNP Patricia Carrión Yarleque, nos relata que lleva 24 años en la vida policial. Tiene dos hijos y recientemente la mayor de ellos dos, se convirtió en su colega, siguiendo el coraje de su madre.

Patricia, actualmente labora en la unidad de DEPAPIE en el servicio de Seguridad Ciudadana Cuadrante Seguro. Antes trabajó en el penal de Cachiche como resguardo a las celdas de mujeres, también en la comisaría de Mujeres, en la unidad de tránsito y varias otras unidades.

Sin duda Patricia Carrión, nos cuenta lo difícil que resultó estar con sus hijos en su papel de madre y a la misma vez acudir desde la madrugada a cumplir con su servicio, es más, añade que en oportunidades llevó a su pequeño a trabajar con ella, para cumplir con su doble labor.

De armas tomar.

Comparte con nosotros la vez en la que participó en una intervención policial a mano armada, disparando contra delincuentes que habían asaltado minutos antes. Mientras nos relata recuerda el valor y el coraje que tuvo para hacerlo y resalta que lo volvería hacer pese a arriesgar su vida.

En la misma unidad labora la SOT3 PNP Cinthia Torres Martínez, quien lleva 13 años como policía en diferentes partes del Perú, como Chanchamayo, Satipo, Huancayo y Lima, siempre sin dejar de lado a sus dos pequeños de 8 y 4 años de edad.

Ambas agentes son un ejemplo para muchas mujeres que recién forman parte de la institución policial, donde hay jovencitas que por primera vez se convertirán en madres, siendo policías.

Tal es el caso de la SO3 PNP Beatriz Barrientos Oré, quien tiene ocho meses de embarazo y más de un año y medio como agente policial.

Beatriz nos muestra su lado maternal con ansias de esperar a su bebé, pero se pone fuerte y seria cuando habla de su trabajo.

Ella comparte que muchas veces como agente motorizado en las calles de Ica recibió vejaciones y hasta agresiones por malos conductores que se resisten a recibir una multa, incluso las graban aduciendo ser un abuso de autoridad, cuando ejercen su trabajo.

Situación similar presenta la SO3 PNP Evelyn Muñoz Cordero, quien tiene cinco meses de embarazo y cuenta que también recibió agresiones cuando cumplía su labor policial. Ambas refieren que extrañan subir a sus motos y salir a resguardar a las calles de Ica, pero por ahora permanecen en las oficinas dado su embarazo.

La actividad policial es arriesgada y loable, pero nada comparado al trabajo y dedicación de una madre para con sus hijos, el desprendimiento de todo para poner primero a sus hijos.

"“¡Feliz día a todas las madres!"”, nos señalan con emoción.

El dolor de Vicenta en Chincha.

Pero no todo es felicidad. Miles de personas hoy día sin escatimar esfuerzo, van a homenajear a sus madres como ellas se lo merecen, pero no será lo mismo para Vicenta Saravia Saravia, una mujer nacida en 1930, que caminó incluso junto a la sierva de Dios, Melchorita Saravia, cuando apenas tenía 15 primaveras.

El tiempo pasó volando y hoy para Vicenta, es un día muy triste al no encontrar tras la puerta aquel cálido abrazo de Juan Tasayco Saravia, su hijo muerto de cáncer años atrás.

Los ojos de Vicenta se humedecen, al tomar entre sus brazos aquel último regalo que recibió de aquella única persona que le dijo mamá en toda su vida. Una chompa de color azul, que ella trae siempre consigo es el presente que lo acerca a su hijo cada celebración por el Día de la Madre "“esto me lo entregó mi juancho, antes de que Dios se lo lleve con él"”. Ahora este abrigo sirve para calentar los huesos temblorosos de su pie y mano.

Sumida en una triste y vacía casa, la señora de los dedos prodigiosos, que a pesar de su extendida edad, aún son capaces de tejer una estera en menos de una hora; vuelve la vista para vigilar a Romualdo Saravia, su hermano, quien presenta dificultad para caminar.

Ambos sobreviven de la venta de esteras, que son llevadas a Ica, Pisco y Cañete." “Cuando yo tenía ocho años, mis padres me enseñaron a cortar la totora que usábamos para tejer las esteras”", recuerda la anciana que sentada y tejiendo esteras, mira a la calle y se entristece al saber que hoy su hijo no volverá a decirle ¡Feliz Día!

"“Después de su muerte, esta fecha ya no es igual. Me levanto a las dos de madrugada y para no pensar tanto en su partida me pongo a tejer mis esteras, hasta que amanece y yo sigo trabajando y lo seguiré haciendo hasta que Dios me permita hacerlo, pero me da miedo tener que irme y dejar desamparado a mi hermanito menor"”, sonlloza la mujer.

La fuerza de Vicenta sigue firme a pesar de que el destino le quito a sus padres, a dos de sus hermanos y al único hijo que pudo concebir en su juventud.

Vicenta nunca se casó y para olvidar la tristeza por el Día de la Madre, dice haber tenido enamorado a más de un hombre, por la belleza heredada de su mamá. Al fin la sonrisa se plasma en su rostro y aquella mujer que hoy probablemente no tenga un regalo entre sus manos, siempre tendrá el cariño de quienes la conocieron.

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