Desde que Arturo Fernández inscribió su candidatura para la alcaldía de Trujillo, en la última campaña electoral, advertimos que llevaba como primer regidor a alguien que había hecho carrera y vida política gracias a César Acuña y su partido. Extrañaba a más de uno que Fernández lo llevara como su hombre de confianza, aquel que incluso asumiría la alcaldía ante la eventualidad de que no esté el titular.
Unos días antes de que Fernández ganara las elecciones, ante la inminencia de su victoria electoral, escribimos esto en Facebook:
“Es alucinante el asunto, pero de una posibilidad real latente. Quizás, un buen sector del electorado trujillano, en su afán de votar contra APP en la provincia y optando por un autodenominado ‘loco’, termine entregándole la alcaldía en bandeja al brazo derecho e ‘hijo consentido’ del mismo César Acuña”.
Lo decíamos porque Mario Reyna, a quien Arturo Fernández llevaba como su brazo derecho, es socio y muy amigo de Luis Valdez, el “hijo putativo” de Acuña.
Lo que siguió ya lo conocen: Fernández ganó las elecciones. Pero una de las primeras cosas que dijo al ganar es que confiaba plenamente en Mario Reyna.
El inicio del gobierno municipal de Fernández ha sido caótico y errático. Pero ahora levanta el dedo acusador contra Mario Reyna. Lo ha acusado de “traidor” y hasta ha admitido que muchos le advertían sobre él. ¿Pero no es muy tarde ya para eso? El alcalde de Trujillo no termina de empezar su gestión, pero tiene tremendos problemas para armar un equipo. Los gerentes se le van por sus desvaríos y maltratos, y ahora nadie quiere responderle el teléfono porque ya saben cómo es. ¿De dónde va a sacar gerentes?
Pero eso no es lo peor para él. Fernández podría recibir próximamente la confirmación de una sentencia y entonces tendría que dejar el cargo. ¿Quién asumiría? Desde luego que el señor Reyna. Cuesta trabajo creer que Fernández, quien presume de viveza (y vileza) criolla sea tan tonto. Parece que la apuesta que hizo por Reyna tuvo otras motivaciones que ya pronto seguramente sabremos. Quizás se trate de ese tipo de motivaciones en las que la lealtad depende de ciertas cuantías.