Hablarían con él para que no se repitan sus actitudes caóticas e irrespetuosas, pues necesita mostrar sus propuestas justamente a través de los medios, pero volvió a pasar y se teme que no sea la última vez.
Hablarían con él para que no se repitan sus actitudes caóticas e irrespetuosas, pues necesita mostrar sus propuestas justamente a través de los medios, pero volvió a pasar y se teme que no sea la última vez.

Hace unos días atrás recibí una llamada de una persona que conocí de otros años y por asuntos periodísticos. Esta persona me contó que estaba apoyando, junto a otros, al candidato , quien como se sabe postula a la alcaldía provincial de Trujillo. Y que deseaban que le brindemos un espacio en Diario Correo a través de una entrevista. Por supuesto, le dije que no había problema, pues las páginas del diario están abiertas para los distintos candidatos y la campaña electoral se cubre con pluralidad.

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Eso sí, le recordé que quien tenía problemas era más bien el propio candidato. Al decir esto último hacía referencia a los ataques que el autodenominado “Loco de Moche” ha lanzado en más de una ocasión contra este medio.

En realidad, Fernández ha hecho lo mismo contra otros medios, periodistas y gente distinta también. Entonces, la persona me dijo que hablaría con el candidato para que no se repitan estas actitudes, pues ahora necesita mostrar sus propuestas justamente a través de los medios.

Desde luego, la entrevista a Arturo Fernández se dio unos días después en Correo, y con una amplitud considerable, tomando en cuenta lo noticioso del personaje. Esto es periodismo: aun cuando tengamos críticas y reparos puntuales a su accionar, la ciudadanía debe saber qué propone y qué piensa uno de sus candidatos.

Pasaron los días y, recientemente, la misma persona que me llamó para pedirme la entrevista me escribió diciéndome: “Joven, tenía usted razón”. Seguidamente, me contó que ya no estaba apoyando a Fernández por sus arranques y sus actitudes caóticas, irrespetuosas y demás. No es la primera vez que esto pasa, claro. Y tampoco, me temo, será la última. Estamos ante una persona que tiene al desequilibrio por bandera.