En este momento hay gente que pide a gritos nuevas elecciones generales, que quiere ver fuera a este Congreso. Esto aún no ha terminado.
En este momento hay gente que pide a gritos nuevas elecciones generales, que quiere ver fuera a este Congreso. Esto aún no ha terminado.

Cuando intentó dirigirse a la embajada de México el miércoles 7, a medio camino y luego de recibir la orden del jefe policial, su misma escolta lo detuvo. Esa es la imagen que lo sintetiza todo: los mismos agentes que lo resguardaban lo arrestaron.

MIRA AQUÍ: Manifestantes en La Libertad queman basura y bloquean Panamericana Norte exigiendo adelanto de elecciones para el 2023


Claro que Castillo en ese momento acababa de ser sacado de la presidencia. Después de su trémulo mensaje a la nación, aquel en que anunciaba su fallido golpe de Estado, luego de ver cómo sus ministros iban uno a uno renunciando, luego de comprobar que las Fuerzas Armadas no le hacían caso, después de llamar a varios sin obtener respuesta (salvo el: “por favor, deje su mensaje”), fue destituido con 101 votos en el Congreso. Castillo se había suicidado políticamente.

Pero todo esto fue, sobre todo, culpa del mismo Castillo, que convirtió una posible derrota de la oposición en una derrota plena y propia. Además, a Castillo ni la derecha ni los poderes fácticos lo obligaron a transar con oscuros personajes en la clandestinidad. Castillo venía del campo y tenía la oportunidad histórica de reivindicar a los excluidos de siempre, pero se dedicó a hacer lo mismo que hicieron los otros políticos corruptos, solo que con menos habilidad, con más torpeza y sin el aval de aquellos que cortan el jamón en el Perú. Castillo pensó que la inclusión era hacer partícipes a otros de la torta del Estado a través de cupos, arreglos bajo la mesa y prebendas. Y usó hasta a su familia para esas trapacerías.

Precisamente, el miércoles por la mañana ocurrió algo que pocos vieron, pero que terminó precipitando su decisión de dar ese fallido golpe de Estado. Sataliel Marrufo, detenido exasesor del Ministerio de Vivienda, declaró desde la cárcel y ante la Comisión de Fiscalización que le entregó 100,000 soles a Castillo como parte de un soborno. También confesó que le daba 50,000 soles mensuales al presidente para mantenerse en el cargo. Era la primera vez que un testimonio lo implicaba directamente a Castillo. Se sintió acorralado. Como Alan García cuando supo que su fiel Nava declararía la verdad, cuando vio que Barata ya no le respondía los mensajes, entendió que su crimen no era perfecto y que le caía la parca. Ambos se sintieron perdidos, pero eligieron distintas formas de aniquilación.

¿Pero saben cuál es el drama y lo más triste de todo? Que Castillo traicionó a la gente que sí creyó en él desde el Perú profundo. Es cierto que los grupos de poder no lo querían y lo tenían en la mira desde el primer día, pero fue él quien se puso a sí mismo la soga al cuello y se fue rodeando de gentuza que solo aspiraba al robo, al latrocinio. Solo un hampón se rodea así.

Ahora la situación de Castillo es incierta, como incierto es el futuro más inmediato del país. Porque la caída de Castillo parece ser solo un episodio más en medio de esta crisis que parece interminable. En este momento hay gente que pide a gritos nuevas elecciones generales, que quiere ver fuera a este Congreso. Esto aún no ha terminado.