La primera semana de Arturo Fernández como alcalde de Trujillo ha sido un fiasco. Y creo que hasta muchos de sus electores se han percatado de esto. Eso sí, el show y la plata de más para su sueldo no han estado ausentes.
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Veamos solo un poquito de lo que nos dejaron estos primeros días.
Hasta antes de que esta columna vea la luz, Arturo Fernández no había aún oficializado los nombres de los funcionarios de confianza que asumirían algunas de las gerencias más importantes de la municipalidad de Trujillo. Entre ellas Seguridad Ciudadana, Desarrollo Social y Transportes. ¿Cómo es posible que el alcalde haya llegado a la alcaldía más importante de La Libertad sin saber a quién poner en cargos tan fundamentales? El otro día, a través de una de sus habituales y desbocadas trasmisiones de Facebook, dijo que si había un ciudadano que quisiera asumir la Gerencia de Seguridad Ciudadana se presente ante él. ¿Qué es esto? Hablamos de un sector fundamental, de la mayor demanda de la ciudadanía: la seguridad.
Está claro que el señor Fernández no se ha tomado la labor que le concierne en serio. Ya lo imaginábamos muchos desde la campaña, pero el hoy alcalde nos ha dado la razón con creces y en pocos días. Se nota que no se ha preparado ni ha armado un equipo idóneo. Basta ver a quién puso en la gerencia general de la municipalidad.
La fallida donación de contenedores de basura, que estuvieron recalentándose por cuatro días bajo el sol en la plaza de armas, es otra demostración de su improvisación como autoridad. ¿Nadie le ha explicado a Fernández que su cargo y sus prerrogativas como burgomaestre están enmarcados en una normativa que tiene que cumplir escrupulosamente si no quiere terminar enjuiciado? ¿O acaso se lo han dicho y no quiere entender?
A su favor, el actual alcalde de Trujillo tiene algo que hoy casi ningún político puede exhibir: una sintonía con un sector importante de la población, que se identifica con él -seguramente- por su verborrea y sus dotes de showman, que lo hacen ver diferente y menos encartonado que los políticos tradicionales. Es decir, lo perciben como un “loco” más cercano y más espontáneo.
Pero toda esa ventaja podría estar tirándola al tacho en poco tiempo si no se pone a trabajar en serio y de verdad. La campaña ya pasó, señor Fernández. Menos bla, bla, bla y más hechos. Muestre sus planes y tome decisiones, que para eso esta ahí, no para otra cosa.