La “novela” de Daniel Marcelo
La “novela” de Daniel Marcelo

¿Es un tema relevante la hoy confirmada relación sentimental entre el alcalde  y la hasta hace poco funcionaria Ariana Rojas? Para algunos, hablar sobre esto significa entrometerse con un asunto personal, privado, propio de una revista del corazón o del espectáculo. Me temo, sin embargo, que este no es el caso. En lo absoluto.

Daniel Marcelo es el alcalde de Trujillo, es la máxima autoridad y el hombre con más poder en la función pública de la provincia de Trujillo. Maneja los recursos de todos y debe cautelarlos, utilizarlos para el bien común. Una fotografía reveló una cercanía entre él y Ariana Rojas que iba más allá de la relación de alcalde y funcionaria. Y lo cuestionable era precisamente la presunción de que hubiese él beneficiado a una persona con quien tiene un vínculo sentimental.

Daniel Marcelo tiene todo el derecho, como cualquiera, de enamorarse, desenamorarse, ilusionarse o relacionarse con la mujer que crea conveniente y se lo consienta. Su vida sentimental o pasional no es de nuestra incumbencia. Pero el problema es cuando están los intereses públicos de por medio.

Marcelo dijo el fin de semana que no tiene ningún tipo de relación sentimental con Ariana Rojas. Y ella, veinticuatro horas después, reveló en entrevista a este diario que acaban de iniciar una relación de pareja y que por ello renunció al cargo de gerente de Imagen en el Satt (Servicio de Administración Tributaria de Trujillo).

Ariana Rojas fue funcionaria también en su gestión como alcalde de La Esperanza, y ha admitido que su hermana Inés Rojas fue proveedora de esa comuna y que los comentarios sobre su relación sentimental con Marcelo datan desde esos años.

“Sí, siempre hubo comentarios, pero nunca pudieron probar nada, porque nunca hubo nada. Nunca han podido encontrar algo que pueda evidenciar algo (sic)”, fue lo que dijo ella.

El problema aquí es la transparencia. Daniel Marcelo debe dejar las cosas en claro porque su credibilidad se desmorona y las explicaciones, lejos de ayudarle, no dejan de sembrar más dudas. Sus amoríos son asunto suyo, pero si ellos influyen en sus decisiones o en su gestión como alcalde estaría desvirtuando la función pública y traicionando la confianza de la ciudadanía.

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