Este libro, conformado por quince cuentos, constituye un vertiginoso viaje por nuestra intimidad. Cada relato es una tromba que nos arrastra hacia uno mismo, hacia todo aquello que late, bulle o nos quema por dentro.
Este libro, conformado por quince cuentos, constituye un vertiginoso viaje por nuestra intimidad. Cada relato es una tromba que nos arrastra hacia uno mismo, hacia todo aquello que late, bulle o nos quema por dentro.

Por lo general, los escritores se inician en un género literario y luego transitan a otros. O cultivan varios géneros, pero destacan en uno. Es infrecuente encontrarnos con escritores que cultivan más de un género con singular y similar maestría.

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Esta singularidad es la que distingue la escritura de James Quiroz. Nuestro Premio Copé de Plata 2019 cultiva la narración con la misma calidad con la que cultiva la poesía. Muestra de ello es la reciente publicación de un seductor libro de cuentos denominado QUÉMAME LOS OJOS.

Este libro, conformado por quince cuentos, constituye un vertiginoso viaje por nuestra intimidad. Cada relato es una tromba que nos arrastra hacia uno mismo, hacia todo aquello que late, bulle o nos quema por dentro.

Atributos del escritor. En cada cuento, James Quiroz hace gala de su destreza como escritor. El dominio de las técnicas narrativas, el apropiado uso del lenguaje, la cuidadosa construcción sintáctica y el manejo técnico de las voces (en los monólogos y en los diálogos) logran envolver al lector en el vértigo que viven sus protagonistas.

Esta destreza de James también se pone de manifiesto en la descripción minuciosa de los escenarios y de las situaciones. Gracias a ello, el lector termina involucrándose y/o siendo testigo excepcional de los acontecimientos. Adicionalmente, puedo decir que logra traducir estéticamente los estados de enajenación, descontrol, lujuria, liberación extrema, etc.

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He aquí una muestra. Uno de los cuentos que me llama particularmente la atención es “14 de febrero”. En el trayecto de Trujillo a Huanchaco, el protagonista rememora al ser amado, en esta fecha especial. El lector es contagiado por esta sensación de nostalgia y soledad; pero, al mismo tiempo, se siente envuelto en un estado de erotismo (esos estados que nos acompañan siempre, a todas partes). Y lo más relevante: con un toque de humor y picardía el protagonista se sobrepone y emerge con el lector.

Otro cuento que deseo destacar es “Quémame los ojos” (primer cuento de la primera parte). Aquí, James Quiroz hace un uso extraordinario de la técnica del monólogo; trabajándolo en simultáneo y en paralelo, crea un diálogo onírico entre dos amantes. Es como si ambos personajes, cada uno en su intimidad, pensaran de manera encadenada en un mismo asunto, con la misma preocupación.

También deseo poner en relieve el cuento “Scheherezade”. Aquí nuevamente se pone en evidencia la destreza narrativa de James Quiroz. ¡Crea una historia de fantasía e imaginación con tal carácter de realismo que termina por envolvernos completamente! Es la voz de una mujer que se ha peleado con su pareja y decide inventar una relación íntima con una persona distinta. ¡La hace tan real que terminamos arrastrados por el hecho! Pero lo más grandioso: nos alivia saber que la imaginación, el juego y el lenguaje seductor son armas letales contra la indiferencia o el olvido.

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Intimidad y literatura. Como ya lo he manifestado, la destreza narrativa del autor, la impecable trama, la construcción sintáctica perfecta y la prolija selección de las palabras permiten configurar escenarios y situaciones de vital intimidad. Pero, en realidad, es la descripción con sumo detalle de cada lugar o circunstancia lo que termina por configurar aquellos espacios y momentos únicos.

Y es que, indiscutiblemente, escribir sobre la intimidad no es nada sencillo; se trata de un ejercicio complejo, desafiante, atrayente y clandestino. Ya lo comprobarán cuando lean este seductor libro. El mayor reto de James ha sido convertir al narrador en el propio protagonista y, a este, en el lector.

Un ejemplo de lo dicho es el cuento “Pavo frío”. En este relato, James Quiroz hace un exquisito uso de las técnicas de construcción literaria. En una analogía con la música de Los Beatles, entremezcla una diversidad de voces. Son muchas dentro de un monólogo, pero con un solo dueño: el narrador. Pareciera que la analogía es el germen del vértigo y de la confusión. Diana, la protagonista, sufre el desasosiego, la desesperación, la ausencia y el rechazo del ser amado. Pero, en medio de esta vorágine, la voz de su conciencia (la de una amiga) va en su auxilio para rescatarla.

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Intimidad e imaginación. Como dice María José Solano, en su artículo “Amar es un arte: 20 imprescindibles de la literatura erótica” (), “el ser humano necesita explicar y comprenderse, y el sexo es, sin lugar a dudas, el núcleo de esa explicación. Un núcleo que, al igual que el del planeta donde habitamos, es invisible, matérico, ardiente, poderoso y vital.”. Y eso es justamente lo que trabaja James Quiroz en “Quémame los ojos”.

Para finalizar, tomaré las palabras del gran Oscar Wilde y diré que «la mejor manera de librarnos de la tentación es cayendo en ella». Así que acomódense en el lugar que prefieran, pónganse cómodos, regulen la intensidad de la luz y deléitense con cada uno de estos cuentos. Recuerden que, como decía el admirable poeta Octavio Paz, «en todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación».