Es que la esencia de la poesía de Parix Cruzado no se encuentra en la expresión del eterno desasosiego que marca nuestras vidas.
Es que la esencia de la poesía de Parix Cruzado no se encuentra en la expresión del eterno desasosiego que marca nuestras vidas.

“Todo está floreciendo temerariamente; si fueran voces en vez de colores, habría un chillido increíble en el corazón de la noche”. Estas expresiones de Rainer María Rilke simbolizan muy bien lo que viene ocurriendo con la poesía, en nuestra región.

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VERÁS QUE ESTA CANCIÓN ES AGONÍA, poemario recientemente publicado por Parix Cruzado, es una muestra de ello.

En este libro, el poeta reúne treinta y seis poemas organizados en cinco secciones. Y desde los primeros versos nos dice que “Las cosas como son pueden trocarse también/ en un más imaginario que real sedán azul/ y un chofer vulgar, si este coincide en dejar que el tema del poema sea el poema mismo”.

Es que la esencia de la poesía de Parix Cruzado no se encuentra en la expresión del eterno desasosiego que marca nuestras vidas. Su poesía es, fundamentalmente, una actitud de rebeldía y de convivencia con el lenguaje, como condición imprescindible para la creación: “dejar que el tema del poema sea el poema mismo”.

No obstante, en palabras de Gloria Portugal, “la línea que divide lo literario de lo pedestre, en algunas situaciones excepcionales, es tenue y no existe”. Y, según ella misma, “este es el caso del poeta Parix Cruzado”. En este sentido, la cotidianeidad y las circunstancias aparentemente irrelevantes son excusas y, simultáneamente, la esencia de la creación artística.

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Sospecho que en otras latitudes el problema se repite. /Se ocupa el lugar principal de la mesa en un comedor/ vacío, se ordena el desayuno, se espera”. /El centro del universo vuelve a ser el ombligo/ de alguien que ignora la réplica de esta circunstancia/ en millones de comensales solitarios/ que se sienten únicos y despreciados en el planeta.”

Como podemos constatar, la entrega plena a esta dialéctica dualidad impregna cada uno de los poemas que conforman “Verás que esta canción es agonía”. Así, por ejemplo, en el poema “Para un amigo allá en el inframundo”, se lee que “Apacible es el conjunto arenoso del desierto/ bajo el sol, y tolerante, encendido sin arder, / como tamo cósmico en manos de un dios niño, / harto en el ludir crematorio y silencioso, / que no se queja por ser el polvo de semillas trilladas”.

El sujeto lírico nos muestra la vida en un mundo desolado y devastado. La canción es una agonía. No obstante, en una actitud de cuestionamiento hacía sí mismo y hacia el mundo, sutilmente nos hace ver que ello solo es un lente para ver y apreciar la vida… En este trascendente descubrimiento, la sensación de soledad y desasosiego se transforman en acicates para despertar la sensibilidad y la reflexión en el ser humano.

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En la primera sección del libro, el yo poético nos envuelve en “una necesaria realidad que nos trasciende”. Gracias al azar de la vida, la ordinariez convive con la excelsitud. Las experiencias cotidianas, apreciadas en el espejo de la vida, adquieren un simbolismo dual que nos encara: “Aquel pasajero es un gato de fuego atrayente: divide la realidad y evidencia que lo más importante es la tarifa”.

En la segunda sección, las aves y sus aciagas circunstancias envuelven y marcan la vida del hombre. Esta convivencia no convenida (aparentemente paralela) representa la dura lucha del hombre para liberarse del desasosiego y del dolor: “Un ave negra revolotea sobre su nido, repasa la rama/ quebradiza y ya no intenta volver a volar. / El caminante excitado por el frío de la mañana intenta/ aprovechar el repentino bienestar para alejar/ de su corazón una dura sensación de luto.”

En la tercera sección, a través de la referencia a profetas, reyes e importantes personajes bíblicos, el hombre se enfrenta a su vida, contrasta su presente con su pasado y se reconoce y compadece de sí mismo: “Señor, cuando mi adicción/ por fin esté muriendo, / solo estas cosas te pido:/ que se vaya sin causar molestias, / que no me haga sufrir, / y se apague suave como una velita.”

En la cuarta sección, los poemas de Parix Cruzado nos muestran al ser humano despojado de toda su vanidad. Esta desnudez expresa soledad, desesperanza, frustración… Sin embargo, “En un gesto de mínima sastrería, el harapo orgulloso/ por el llanto vertido en cada remiendo se luce, / encamisa al humano en el tiempo de su mala fortuna.”

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En la quinta y última sección, el sujeto lírico inspecciona en poetas y en su interior el sentido de la vida. Revisa la memoria, el devenir de los hacedores de símbolos y las particularidades… Reacciona ante el asco de la ciudad, la miseria del lenguaje y de la hipocresía: “Grandísima locura que ni el Etna ni la leyenda/ de tu volcánico suicidio superan.”

Como muy bien lo expresa Rainer María Rilke, “las obras de arte nacen siempre de quien ha afrontado el peligro, de quien ha ido hasta el extremo de la experiencia, hasta el punto de que ningún humano puede rebasar”. Este es el espíritu de “Verás que esta canción es agonía”. Evocando al gran Charly García, el poeta Parix Cruzado parece decirnos con una vital serenidad (o solemnidad) que “Cuando el cristal se caiga en el mar, verás que toda esta canción es agonía”.

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