La autora  ha logrado amalgamar muy bien la historia en la novela, bien contada, la calidad estética y el compromiso con el lector.
La autora ha logrado amalgamar muy bien la historia en la novela, bien contada, la calidad estética y el compromiso con el lector.


Por Carlos Pérez Urrutia

Conocí a Karina Pacheco hace algunos años (gracias al buen José Carlos Agüero) y, desde entonces, no he dejado de leer sus cuentos y novelas. Hoy puedo decir con convicción que estamos frente a una de las más destacadas narradoras peruanas de este primer cuarto de siglo.

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El año del viento, su última novela, lo confirma. Karina está en su madurez literaria. Ha logrado amalgamar muy bien la historia bien contada, la calidad estética y el compromiso con el lector. Leer la historia de Nina Niña y de Bárbara Varas es transitar un camino largo y tenso, cargado de conmociones, reflexiones e hilos de esperanza.

Como bien lo configura Karina Pacheco, en El año del viento, el problema de la violencia política o guerra interna (o como mejor nos parezca llamarla) no es una cuestión de cifras espantosas, de hechos abominables, de justicias o de venganzas. La esencia del problema (y quizá su perennización) radica en las historias individuales y familiares, en esas historias que tratamos de olvidar con desdén, pero que conviven con nosotros y que nos asaltan en cada recodo, en cada elección o en cada encuentro (o desencuentro) con el otro.

Ahora que el tema de la violencia y la criminalidad empiezan a adquirir nueva notoriedad en las publicaciones (a veces con fines extraliterarios), Karina Pacheco nos encara con aquellos fantasmas que pretendemos invisibilizar. El año del viento es una novela intensa, para ser leída a sorbos…; es una novela contextualizada en esta desoladora pandemia, para confrontarnos con nuestra desnudez, sin perder la ilusión de volver a Umara. Una novela excepcional que merece ser leída.

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