Ídolos del arenal de Juan Carlos Díaz Espinoza evidencia de manera significativa la problemática actual de la violencia delincuencial en la ciudad de Trujillo. Los relatos de Díaz Espinoza se han forjado en esta época y son consecuencia de las circunstancias históricas actuales.
Ídolos del arenal de Juan Carlos Díaz Espinoza evidencia de manera significativa la problemática actual de la violencia delincuencial en la ciudad de Trujillo. Los relatos de Díaz Espinoza se han forjado en esta época y son consecuencia de las circunstancias históricas actuales.

Ídolos del arenal de Juan Carlos Díaz Espinoza evidencia de manera significativa la problemática actual de la violencia delincuencial en la ciudad de Trujillo. Los relatos de Díaz Espinoza se han forjado en esta época y son consecuencia de las circunstancias históricas actuales. Esto último no niega la posibilidad de que su comprensión vaya más allá de lo situacional; pues, como lo señala Eagleton, un texto narrativo representa valores que van más allá de su propia época.

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Violencia explícita

En los cuentos de Ídolos del arenal, las acciones y los comportamientos relacionados a la violencia se presentan de forma explícita y directa; no hay ninguna advertencia para que el lector pueda prepararse o, en todo caso, asimilar que un acto delincuencial terminará bañado de sangre. El inicio de cada historia, sin embargo, no ofrece la ‘dimensión terrorífica’ que el lector contemplará al final. Por ejemplo, en el cuento Loquito Shego el narrador refiere la historia de ‘su amistad’ con Loquito Shego, un menor de edad que es propenso a la vida delincuencial. En la primera parte del texto todo se suscribe a lo cotidiano y anecdótico; desde tener una charla en el paradero de buses hasta ir juntos a un partido entre Alianza Lima y Manucci. Es justamente en este escenario futbolístico donde la violencia irrumpe sin que los lectores podamos evitar los actos repulsivos que a continuación se suceden. En su labor de periodista, el narrador menciona la muerte de Martín, un aliancista que tuvo ‘la mala suerte’ de encontrarse con hinchas de Universitario; «no se contentaron con romperle la camiseta y patearlo hasta el cansancio. Alguien tomó una roca y lo estrelló contra la cabeza»

Violencia delincuencial y periodismo

Sin embargo, la violencia descrita hace un momento es solo el inicio; más adelante el relato ofrece su momento medular: el protagonista y Loquito Shego son asaltados repentinamente durante una aparente celebración. Entre vasos y botellas de cerveza, irrumpen las balas y el cuadro festivo se vestirá de trazos sanguinolentos; “con premura me arrojé al suelo, me cubrí con los brazos al sentir el estruendo de las balas y las roturas de lunas, comencé a transpirar copiosamente, mi cabeza parecía explotar, y solo atinaba a vomitar un medroso qué pasa carajo”. Momentos previos al asalto, los compañeros de Loquito Shego habían realizado un asesinato y la venganza no se hizo esperar; se dio tan pronto que la celebración quedó inconclusa, pero la violencia no; está seguirá latente y se manifestará en las siguientes páginas del cuento. Al final, el narrador revela una certeza: la violencia se irá prolongando mientras la noción de venganza se acentúe y -mientras esto dure- el trabajo periodístico tendrá mucho que contar.

En La exclusiva, Díaz Espinoza presenta nuevamente la convergencia de voces periodísticas y delincuenciales. Pero esta vez no hay una simultaneidad que se entremezclan en un único discurso; sino, más bien, cada uno posee su propio espacio. Es recién en la parte final del relato donde se encuentran, justo cuando irrumpe la violencia. La historia se construye a partir del ejercicio periodístico del autor; en esta, un periodista busca una entrevista ‘exclusiva’ con un avezado delincuente que recién al final sentirá que una muerte violenta lo alcanza.

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La venganza como justicia

A pesar de que cada uno de los cuentos posee una estructura independiente y su lectura no está comprometida con la comprensión del otro, muchas de las historias de Ídolos del arenal dialogan entre sí a partir de una propuesta intertextual. En varios de los textos, la noción de venganza se resignifica y halla un sentido muy distinto; contrario al original. Venganza ya no es el castigo hacia alguien por algún agravio; aquí se la concibe como un ideal de justicia: ‘matar al otro es lo que se merece por lo que me hizo’. El cuento El viejo Olaya plantea la historia de un expresidiario que, luego de muchos años en la cárcel, pretende rehacer su vida y, sobre todo, ser un ejemplo para que sus hijos sean hombres de bien. En ese afán, se convierte en el vigilante del barrio y ahuyenta a todo aquel que amenace la tranquilidad sus vecinos.

Además de evidenciar los aspectos que venimos resaltando; es decir, la irrupción de la violencia explícita en un ambiente delincuencial, considero que este cuento es significativo para explicar la génesis de otros. El relato no termina con la muerte del viejo Olaya; al contrario, marca el inicio de nuevos escenarios de violencia y esto por la resignificación de la venganza ya explicada. El final de la historia marca la pauta de una seguidilla de crueles momentos que el lector irá descubriendo en los próximos relatos. En Herencia, los hijos del viejo Olaya buscan vengar la muerte de su padre y, en ese afán, propiciarán su desdicha. Este relato bien podría leerse como la continuación del citado o también como unidad independiente.

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Violencia estructurada

Hay otros relatos del libro que permiten explicar cómo el contexto socio cultural de los jóvenes contribuye en la aparición de futuros delincuentes. La historia que da título al libro es propicia al respecto. El cuento Ídolos del arenal no es determinista en el sentido de plantear una relación de causa y efecto en donde la persona es resultado mecánico del medio donde vive; al menos en el texto no se presenta esta lógica. Lo que sí podría servir para el análisis de esta historia es la conocida sentencia sartreana: el ser humano es lo que hace con lo que otros han hecho de él. Rabito es un personaje consciente de su medio y pretende adueñarse de él de la única forma posible: a través de la violencia.

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