Es un poemario que nos enfrenta con nuestra memoria, pero que, al mismo tiempo, simboliza la comunión del hombre con su historia, con su pasado.
Es un poemario que nos enfrenta con nuestra memoria, pero que, al mismo tiempo, simboliza la comunión del hombre con su historia, con su pasado.

Por David Navarrete Corvera

Los recuerdos. ¡Cuántas veces nos asaltan, nos solazan o simplemente conviven en y con nosotros! Como diría Beatriz Sarlo, “proponerse no recordar es como proponerse no percibir un olor, porque el recuerdo, como el olor, asalta, incluso cuando no es convocado”.

Desagravio de las cenizas, de Roberto Jáuregui, es un poemario que nos enfrenta con nuestra memoria, pero que, al mismo tiempo, simboliza la comunión del hombre con su historia, con su pasado. En gran parte del poemario, Jáuregui realiza un ejercicio de memoria en el que lo único cierto es la incertidumbre de lo vivido. “El silencio es frío y los recuerdos callan / A veces, / parece que los recuerdos nos hablan, / pero es tan solo un espejismo; / en verdad les ponemos nuestras voces” (Anuncio del invierno).

El sujeto lírico realiza un recorrido metafísico para revelarnos una de sus máximas dudas: ¿el recuerdo nos revela fielmente lo vivido o la memoria nos disfraza el pasado? Para contrarrestar esta incertidumbre, el poeta buscar certezas; en esa búsqueda, las definiciones se constituyen en el recurso estético que le permiten dialogar consigo mismo. “El tiempo: / un verdugo amigable / o simplemente / todas las hojas perdidas / al final de una calle” (Senda del autodescubrimiento).

Desagravio de las cenizas es un poemario que logra articular estéticamente un sinnúmero de reflexiones filosóficas muy íntimas, usando de forma pertinente el tono, el ritmo, la dicción, el volumen, la cadencia y otros recursos estilísticos. Su lectura es una ineludible confrontación poética con uno mismo. La poesía transita hacia nosotros. Concedámosle un espacio.