“Un viaje para no morir” es un recorrido por los recuerdos de Sonaly Tuesta sobre los nueve días que permaneció en coma, en junio de 2016. Este nuevo trabajo será presentado en Puno en la feria del libro Feliciano Padilla, el 14 de noviembre, y tiene como invitado especial al actor Amiel Cayo. La comunicadora, también nos comenta algo de la esencia de su trabajo por el Perú profundo a través de su programa de televisión Costumbres.
TE PUEDE INTERESAR: Puno: perjuicio de más de S/ 108 mil por entrega irregular de bono Covid
20 años viajando. ¿Cómo ha cambiado tu perspectiva desde que empezaste a viajar?
Cuando empezó costumbres, la idea de hablar del Perú a partir de la gente. Para lograr ese objetivo un gran momento era viajar en las fiestas patronales, los aniversarios, y posteriormente, hacer recorridos vivenciales en las comunidades que tiene esa propuesta. A partir del conocimiento de la gente, su sabiduría, su tradición, es que se iban contando las historias.
¿Qué ha cambiado tu vida desde empezaste a realizar estas travesías?
Me han hecho una persona más empática con muchas otras realidades, trascender mi propia cultura para poder entender la de otros, y definitivamente, en ese intercambio de saberes con la gente yo he aprendido muchísimo. Siempre admiro que cada cosa que puedo mostrar. Detrás de cada objeto, si hablamos de una pieza artesanal, hay toda una historia que contar; no es el objeto el fin, sino todo el proceso y la sabiduría de la gente.
¿Ese bagaje de conocimiento hace que tengas miles de historias para escribir?
Exactamente. He sacado un libro en el 2020, en medio de la pandemia que se llama “Costumbres, el verdadero espíritu de los peruanos”, donde hay 10 historias de diferentes lugares, donde la prioridad es la sabiduría, el encuentro con la gente, el reconocimiento de cada una de las mujeres y varones que he encontrado en mi camino. En este libro, “Un Viaje para no Morir”, es un recorrido bastante personal, pero alimentado con el encuentro con las personas y la solidaridad que pudieron brindarme en su momento.
Cada viaje ha transformado la realidad de los pueblos y de realidades ignoradas.
Yo creo que sí. Íbamos a lugar determinado y nos quedábamos ahí conociendo y compartiendo con la gente. Creo que ha transformado la mirada hacia la sabiduría, hacia la forma de ser de los peruanos y peruanas, y eso de alguna manera dinamiza este reconocimiento de la vida en comunidad. Si bien se ha avanzado mucho, queda cosas por reconocer. Una de ellas es que tenemos un país con diversidad cultural, que es una riqueza, y que veces se ve como un problema y no como una oportunidad. Es una ardua tarea, es un proceso no solo institucional, sino de todas las personas.
Esas experiencias conociendo cada rincón del país te ha dado los méritos para ser parte del ministerio de cultura. ¿Cómo calificas esa experiencia?
Ha sido una experiencia distinta. Estoy acostumbrada a los resultados rápidos, y ese es un tema de procesos y de largo aliento. He puesto en evidencia lo aprendido para proponer algunas cosas y lograr transformaciones. Se ha hecho alguna parte, pero siempre falta tiempo para eso. Ojalá en la búsqueda se halle alguien que ponga como bandera la cultura y a partir de ahí se pueda desarrollar más.
¿Volverías al ministerio si te vuelven a convocar?
No, ya no. Al menos en estas circunstancias en las que estamos, creo que no sería posible. Ojalá en un escenario donde podamos priorizar a la gente, su cultura, tal vez podría animarme nuevamente.
En el camino, has escrito varios libros, este en especial, tiene una vivencia muy personal. ¿Cómo quieres llegar al público con este nuevo trabajo?
El libro es un pretexto para compartir con la gente desde la experiencia este recorrido personal, pero también que se conecta con las realidades sobrevivir. Para mí, sobrevivir mantener la memoria, el recuerdo, todo ese aprendizaje a lo largo de los años y estar contribuyendo con ciertas propuestas que puedan transformar la vida de otros. En el caso de Puno hay una cosa con la Virgen de la Candelaria. Unos amigos que en su momento pusieron mi fotografía bajo el altar de la virgen para que me sane.
Has elegido la feria del libro de Puno para presentar tu libro. ¿Cuál es la conexión que tiene con la región?
Cuando estuve muy grave, en todo ese proceso del coma y del despertar, todo de volvió blanco y negro, pero lo único que se mantenía en color, con ese azul intenso, era el lago Titicaca. La relación habrá sido tan fuerte que he tenido con el lago, con todo lo que significa en momentos tan difíciles, que ha estado ahí con su propio color. Obviamente, la quinua, la Virgen de la Candelaria están ahí presentes. Tengo amigos entrañables ahí, y en ese momento estuvieron presentes con sus oraciones y sus rituales.
LEA TAMBIÉN: Huancané: desde el cerro Imarrucos pobladores claman por lluvia
Ha sido una experiencia sanadora también, como comentas en parte del libro
Sí, definitivamente. El escribir para mí, es sanar, es compartir. Te permite de alguna manera ser tú mismo y conectar con los otros también.
Esa profunda experiencia te da una nueva perspectiva de la vida, para seguir viajando y seguir haciendo lo que te apasiona y eso transmitirlo a la gente.
Hay cosas que tenemos que hacerlas en su momento. La vida es frágil, somo seres vulnerables, y definitivamente las experiencias que se dan ahí y se cuentan. Son finalmente un insumo para que las cosas en tu vida sean mucho mejor y puedas definirte a tiempo, para tener paciencia hacer lo que tienes que hacer sin esperar el escenario ideal, porque ese escenario nunca va a llegar; así que hay que asumirlo y hacerlo simplemente.