Desde hace dos semanas, cada lunes y miércoles, el patio de una casona del Centro de Lima se convierte en el teatro improvisado de 21 jóvenes invidentes. Ellos forman parte del primer taller de actuación dirigido por el actor e investigador Fernando Petong (47) en la Asociación Promoviendo Talento y Cultura, donde también se imparten cursos de fotografía y 'bartender' para personas con discapacidades visuales, con el propósito de ofrecerles herramientas creativas y utilitarias para su inserción laboral y social.

ESCENA PERUANA

Si bien en otros países se han visto iniciativas de acercar el teatro a las personas con discapacidades visuales, como La Casa de Búlgakov en Rusia, o el Teatro Ciego en Argentina -donde el 50% de los actores son invidentes-, en el Perú son pocos los antecedentes que existen sobre técnicas de enseñanza de expresión corporal y artes escénicas para este grupo humano. Así, el maestro Petong es el primero en animarse a implementarlas -e inventarlas-.

Según explica el también actor –quien cuenta 30 años de carrera-, su trabajo de dirección se centra mucho en los sonidos. Así creó, entre otras, una técnica para explicar a sus alumnos algunos movimientos utilizando algo tan sencillo como hojas de papel bond. "Me las coloco en las manos y las muevo. Ellos siguen el sonido y de alguna manera saben qué hacer", asegura. Además de ser capaces de recordar todo al detalle, las personas ciegas tienen una memoria espacial muy desarrollada.

"Enseño, luego existo", dice Petong intentando explicar la satisfacción que le origina dirigir este taller, el mismo que asume también como un reto. "Sus cuerpos no están acostumbrados a avanzar con velocidad, mucho menos a dejarse llevar, porque todo lo tantean. Por ello ver cómo empiezan a confiar y se van soltando de a pocos es fantástico", asegura el profesor.

EL TEATRO DE LA VIDA

Esta tarde el grupo ensaya Rita y César, obra del uruguayo Miguel Fallabella, que narra la historia de un matrimonio en crisis que decide sincerarse y enfrentar sus miedos para sacar la relación adelante. "Cuando tenía 15 años me enamoré por vez primera", recita Carlos Flores (21), alumno del taller, y agrega: "Así empieza la historia de Rita y César. Que se parece a la mía con mi esposa. Porque yo también la conocí cuando tenía 15 años y me enamoré de su voz. Fue un 19 de marzo de 2008 a las 10 y 45 con 51 segundos que la escuché cantar en una actuación del colegio y desde ese entonces no nos hemos separado". Carlos nació ciego, pero posee una memoria asombrosa, al igual que muchos de sus compañeros del taller. Además de teatro estudia oratoria en la misma asociación, hasta donde llega desde Puente Piedra, donde vive con su pequeña familia compuesta por su esposa y su hija. Foto: Miguel Paredes

Puedes leer la nota completa en la edición 149 de la revista

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