Discos del 2016: Cuatro lanzamientos musicales que apelaron a la melancolía para mostrar su grandeza
Discos del 2016: Cuatro lanzamientos musicales que apelaron a la melancolía para mostrar su grandeza

Acaso porque este ha sido señalado como un año fatal para la música y el arte (por las pérdidas irreparables de artistas y músicos icónicos), o acaso porque se trata de los tiempos que corren y sus circunstancias en todo el orbe, lo cierto es que el 2016 nos deja un puñado de discos de pop y rock enfundados en un traje notoriamente sombrío, pero también de talento luminoso.

Cuatro discos lanzados en este año han dado que hablar por su talante melancólico, en parte derivado de situaciones fatales, y por haber disparado la cuota de calidad que a veces –da la impresión- escasea en estos tiempos. Estos álbumes han sido además lanzamientos largamente esperados en algunos casos, o la confirmación del genio en otros, y hasta una estelar despedida. Se trata de los discos Blackstar de David Bowie, A Moon Shaped Pool de Radiohead, Skeleton Tree de Nick Cave & The Bad Seeds y Lemonade de Beyoncé.

BLACKSTAR – DAVID BOWIE

El lanzamiento del vigésimo quinto álbum de David Bowie coincidió, en enero de este año, con el día de su cumpleaños. Entonces, nadie imaginaba que sería su último disco. Dos días después el músico británico, uno de los más influyentes de la historia, falleció y de pronto parecieron resonar los primeros versos de Lazarus, una de las canciones del álbum: “Look up here, I'm in heaven / I've got scars, that can't be seen”.

La estrella negra que aparecía en la portada del disco parecía otra señal de que Bowie se despidió expresamente con Blackstar, su última obra.

Y su última obra es un compendio de canciones estremecedoras, donde el rock huye de la ortodoxia y se nutre de variantes contemporáneas y, sobre todo, de jazz. De hecho, la canción que da el nombre al álbum es, como se ha dicho, una hazaña épica de jazz de diez minutos. Pop fantasmal y la incansable búsqueda de un artista incansable, aun en las postrimerías de su vida. Esa es la última obra de Bowie.

El noveno disco del quinteto de Oxford fue todo un acontecimiento. Con la sorpresa como principal arma –como ha ocurrido en los últimos años-, Radiohead lanzó un álbum que conmovió a sus seguidores y encendió el entusiasmo de la crítica.

A Moon Shaped Pool debe ser el disco más triste de la banda, caracterizada justamente por hacer de la melancolía un arma de sofisticación, pero también el más sentido, apacible. Es, además, el regreso a lo orgánico, el repaso de lo aprendido. En este álbum los arreglos orquestales brillan por su presencia, obra del multiinstrumentista Jhonny Greenwood, en temas como Burn The Witch, The Numbers y Glass Eyes. Las baladas minimalistas, las letras desasosegadas de Thom Yorke arrojan la confirmación de la vigencia de una de las bandas más grandes –sino la más grande- de las últimas tres décadas.

Nick Cave, quien ha hecho de las sombras una seña distintiva de su carrera, no podía desentonar en este año de lanzamientos basados en la melancolía. Pero aquí la fatalidad también ha puesto lo suyo: en plena grabación de Skeleton Tree, Cave recibió la noticia de la muerte de su hijo de 15 años de edad.

La melodía dolorosa, la oscuridad y una humana y bella desolación inundan Skeleton Tree. Una obra en la que Nick Cave muestra los brillos de su voz con fuerza inusitada, una fuerza que, sin embargo, transmite la humanidad del sufrimiento. Nick Cave & The Bad Seeds han obtenido un logro mayúsculo con este lanzamiento.

A estas alturas está claro que Beyoncé no pretende ser solo una diva pop de moda. Lemonade es la confirmación de que estamos ante una artista ambiciosa, capaz de reinventarse y a aspirar a la trascendencia a pesar de estar dentro del olimpo de las diosas de la música popular. No por nada este disco ha sido primer lugar en más de una reseña del año, no por nada más de un crítico lo ha calificado como una obra maestra del pop.

Es que más allá de sus herramientas audiovisuales en esa película entrelazada con la idea del disco, hay una impronta conceptual que la cantante logró plasmar con éxito. Experimentos pop en medio de la danza, la música, y el concepto del desengaño amoroso y el consecuente sufrimiento de la mujer por lo perdido como telón de fondo, hacen de este un lanzamiento total. No es fácil oxigenar con ideas distintas la música masiva contemporánea sin salirse de los moldes del mainstream y del pop. Beyoncé lo ha conseguido, y con creces.

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